Miles de jóvenes, unos 12.000 según la Policía Local de Valencia, se dieron cita ayer en los terrenos de la antigua estación del Grao, al final de la avenida de Francia, en la segunda edición de la macrofiesta «Live Spring», que se convirtió en un macrobotellón. Por 10 euros, los universitarios tenían derecho a un plato de paella y podían entrar al recinto todo el alcohol que quisieran. El día terminó como empezó: Los universitarios, encantados; los vecinos, hartos; y el ayuntamiento, resignado, como si lo de ayer fuera el mal menor.

Los jóvenes hicieron largas colas para conseguir acceder al recinto, que permaneció abierto hasta las 22 horas. Los terrenos comenzaron a vaciarse en torno a las 18 horas. «Nosotros aquí estamos bien, no molestamos a nadie y estamos controlados» era uno de los comentarios que más se repetía entre los miles de estudiantes de las cuatro universidades de la ciudad „la de València (UV), la Politécnica de València (UPV), la Cardenal Herrera-CEU (UCH-CEU) y la Católica de Valencia (UCV)„, ataviados con camisetas de colores con ingeniosos mensajes referentes a cada una de sus carreras. En general, el ambiente era similar al que se vivía durante las paellas de la Universitat de València y de la Universitat Politècnica de València, que se cancelaron por los problemas que el botellón generaba en el campus de Tarongers.

Esos inconvenientes los viven ahora los vecinos del Grao. El presidente de la asociación de vecinos, Jesús Vicente Andrés, criticó que la policía «estuviera solo donde se le veía, y no en las zonas más escondidas donde los chavales hacían botellón». La Policía Local, como informó el concejal de Seguridad Ciudadana del ayuntamiento, Miquel Domínguez, se encargaba de vigilar que durante las colas kilométricas no se consumiera alcohol, aunque Andrés aseguró que los jóvenes sí lo hicieron y usaron las calles de alrededor «como urinario». «No nos gusta que este barrio lo usen para lo que no quieren en otra parte de la ciudad», criticó Andrés, que apuntó que la fiesta «podía hacerse cerca de la universidad, si de verdad no causa tantos problemas y luego se limpia todo como dicen».

Por su parte, Domínguez, que supervisó el despliegue policial, prefiere que los jóvenes «estén en un sitio controlado y vigilado si no podemos evitar que hagan botellón». Es «una solución temporal», dijo. Al cierre de esta edición, la policía realizaba controles de alcoholemia en las inmediaciones de la estación, aunque Domínguez dijo que la mayoría de los asistentes llegaron al recinto «andando o en transporte público».