La música, incluso la buena música, no emociona ni transmite sentimientos sino es a través de un buen altavoz, un instrumento al que smart phones, los «cascos» y hasta los «home cinema» de consumo parecen tener algo arrinconado y con el que Mariano Jiménez (70) convive desde los 14 años. Fabricar y reparar altavoces ha sido toda su vida. Aprendió su oficio en Barcelona,donde conoció a su mujer en la fabrica en la que montaba en línea bobinas y «arañas». Con ella se trasladó a Quart de Poblet, reclamado por una empresa valenciana pionera en el sonido profesional, MusicSon, que derivó en 1969 en Beyma, Benavent y Masip, una multinacional que hoy está presente en Europa, America latina y China.

En 1978 decidió desvincularse de Beyma y montó su propio taller, donde todavía acude, jubilado, si el reto de arreglar un viejo altavoz le reclama. Desde entonces, los Jiménez-Parrilla siguen en Quart, en la calle Vinatea, apenas a veinte metros del Turia. Nunca quiso volver a Barcelona ni marcharse. «Yo caigo bien en todos los sitios», apunta el patriarca.

Su mujer y dos de sus hijas trabajaron con él en sus comienzos mientras los «pequeñajos» de Mariano (45) y Paco (40), acudían después de ir al colegio para aprender el oficio y los secretos que ahora ejercen con altavoces llegados de toda España. Inma, la pequeña del clan, se acerca también a veces para llevar la contabilidad de la empresa.

Mariano vivió el «boom» de las discotecas y la edad de oro de las orquestas, sus principales clientes durante décadas. «Ahora la gente no va a las discotecas y las orquestas apenas trabajan después de que los ayuntamientos redujeran el presupuesto», apunta Mariano.

Cada vez quedan menos talleres en España capaces de reparar un altavoz, pero la fama adquirida por los Jiménez-Parrilla hace que las empresas de sonorización acudan a ellos cuando se trata de que un viejo altavoz vuelva a transmitir la magia de la música en directo o la del vinilo y los CDs.

Ni siquiera el padre se ha quedado fuera de los avances tecnológicos. «Ahora estamos trabajando con un nuevo sistema americano con avances como la doble bobina o las fases invertidas que todavía no ha sido copiado en España», añade el jefe del clan. Sus hijos coinciden: «Cuanto más difícil es el reto que plantea un altavoz más nos gusta nuestro trabajo».

Lo cuenta Mariano. «En un altavoz todo importa: la caja, de madera, debe estar adaptada a la potencia; la bobina y los imanes deben ser capaces de dar lo que exigen los equipos y la membrana tiene que expeler las notas musicales sin distorsionar ni quebrarse». Los materiales han cambiado mucho y hoy se recurre a tierras raras y metales exóticos mientas se desarrollan nuevas membranas que sustituyen «al papel secante» mezclado con pelo de conejo, recuerda Mariano, «para que mantuviera la humedad y no se quebrara».

Los tres han desarrollado un «oído» especial, de modo que donde algunos privilegiados reconocen un instrumento ellos detectan las frecuencias que determinan la calidad del «altoparlante».

Su sueño sería „en alguna ocasión lo han cumplido„ fabricar altavoces puramente artesanales desde el diseño al producto final „ y convencer a las nuevas generaciones de que vale la pena reparar y escuchar la música a través de un viejo altavoz. La magia del sonido está siempre oculta en su interior esperando salir a la superficie.