«¿Tú sabes por qué los nuevos no vienen nunca a nada, ni a un café?». Era octubre de 2008. Hacía cosa de un mes que Jorge Alarte había ganado el congreso del PSPV y se había instalado en la sede de Blanquerías. Igual que algunos cincuentones inmaduros combaten la decrepitud enfundándose un pantalón a cuadros rojos y amarillos, el nuevo orden socialista pensó que «el cambio» debía empezar por cambiar de bar. Así que abandonó Los Arcos, hasta entonces algo así como una subsede socialista por estar en la misma acera, y trasladó el abono a uno más cool. «Ha venido Antonio, el dueño de Los Arcos. Ha subido a la cuarta y el hombre ha preguntado por qué ya no vamos a nada, si nos ha hecho algo», contó luego uno de los nuevos dirigentes. El mismo que decidió dejarse caer con frecuencia por el bar para testimoniar que no había problemas.

La anécdota retrata a un hombre, Antonio Ruiz, que tenía la virtud de ir de cara sin resultar hiriente ni perder la elegancia y el saber estar, cualidades que no se venden en ningún escaparate de la milla de oro. La vida de Antonio, el de Los Arcos, acaba de apagarse a los 64 años, tras 26 meses de enconada batalla contra el cáncer sin perderle nunca la cara. Valenciano de Jaén, enamorado de su trabajo, de su familia y de la vida, era uno de esos tipos que entienden la barra como servicio público integral prestado con discreción. Como soporte hostelero y diván siempre a punto para escuchar y endulzar la vida a un cliente.

Además de la clientela en general, Los Arcos fue muy frecuentado por diputados de las cercanas Corts y ha formado parte del decorado del PSPV desde que en enero de 2001 el partido se mudó detrás de las Torres de Serrans. A algunos clásicos dirigentes los conoció Antonio en los 70 como camarero del bar de abajo del despacho del histórico socialista Manuel del Hierro.

Entre las paredes de su local los socialistas conspiraron, arreglaron el mundo y conversaron ante el «sordo y ciego» Antonio. Cada lunes electoral había quedada en Los Arcos para llorar el resultado. En cada resaca de las urnas, allí se hacía el recuento de heridos y muertos en la geografía de las agrupaciones. «Antonio, en el PSPV han tocado fondo y siguen escarbando». Siempre sonreía cuando le resumías así el resultado. Reía por no llorar. Porque era un hombre de izquierdas. «¿Tú crees que esta vez el PP perderá?», solía preguntar con escasa fe. Los sondeos auguran que en mayo sucederá ese milagro. Antonio soñaba con verlo y que Magda, la hija periodista, lo contara.