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Nuevas formas de maternidad

Madre sí hay más de una

Se han triplicado las progenitoras primerizas de más de 40 años desde 2000, el 39,5 % de los niños nace de mujeres solteras y crecen las familias con dos «mamás»

Gemma Sendra lo hubiera querido antes, pero el embarazo le llegó a los 40 años y a los 41 dio a luz a mellizos. Levante-EMV

Mare d'un fill sol, mare de dol, alertaba el refrán de la época en blanco y negro en que había tanta hambre como bocas que llenar. Pero la sociedad ha cambiado. En eso, y en los prejuicios estereotipados que conjuraban contra la mare vella, la casa sense pare o los hijos no biológicos. Nuevas formas de maternidad se han asentado. La calle lo muestra. Y los datos lo ilustran en muchos frentes

Primero, en la edad media a la maternidad. En 1975, las mujeres valencianas tenían su primer hijo a los 25 años. Hoy —los últimos datos son de 2013—, la media del primer parto se sitúa en los 30,3 años. Pero lo que es sorprendente es el fenómeno al alza de las madres «mayores». En los casos más extremos, las madres primerizas que superan los 40 años, es digno de mención. En sólo trece años se han triplicado al pasar de 8,6 a 27,9 nacimientos primerizos por cada mil mujeres de más de 40. En ese mismo periodo se han duplicado los primeros hijos en las mujeres de 35 a 39 años: de 54 a 109 nacimientos, según el INE.

Una de estas madres es Gemma Sendra. A los 41 años dio a luz por primera vez. Casi no lo cuenta. Tras varias fecundaciones, inseminaciones, abortos y operaciones, cuando por fin estaba embarazada se puso de parto a los siete meses. Convulsionó, se desmayó, el oxígeno no le llegaba al cerebro? Nacieron mellizos. Pepe pesó 1 kilo; Gemma, 1,2. Ambos pasaron dos meses en la UCI hasta que su madre los pudo coger en brazos. «El ginecólogo ya me había avisado de que era antinatural a mi edad, que estaba forzando la máquina», cuenta, aunque matiza que conoce muchos partos tras los 40 que han ido como seda. A ella, el embarazo le llegó cuando pudo ser. Ser madre tardía, asegura, no entraña grandes diferencias. Su madre tuvo el primero a los 21, y a los 32 ya tenía cuatro. Su pareja, José, alcanzó la paternidad a los 45. Sólo un dato más: en el IVI, adonde Gemma logró quedarse embarazada, los tratamientos a pacientes mayores de 40 años han aumentado un 20% desde 2010 y ya representan el 44% del total de tratamientos que realizan a mujeres de la Comunitat Valenciana.

Sola, «triple trabajo». El de las madres solteras es otro fenómeno. A veces, es cierto, en las estadísticas figuran como solteras y en la realidad viven con pareja. Pero el dato es llamativo: el 39,5 % de los niños nacieron en 2013 de madre no casada en la Comunitat Valenciana, donde ese porcentaje era residual en 1975 (1,7 %) y que se ha doblado en sólo doce años. La mayoría tienen pareja, claro. Pero avanza el porcentaje de madres sin pareja. Un dato más del IVI: en cuatro años, las primeras visitas de valencianas sin pareja han aumentado de 368 a 657. Y en estos casos, la diferencia sí que es grande, como atestigua Mariví Peñalver, de Torrent. Ella tenía 36 años, estaba sin pareja y vio cómo se le despertaba el «instinto animal» de ser madre al ver a su hermana dar a luz. Así decidió tener a Mar. Sola. Y así sigue diez años después: criando a la pequeña en solitario. ¿Doble trabajo? «No, triple», responde. Porque no sólo ha de cargar ella con todo —en el esfuerzo y en lo económico— sino que tampoco tiene a la familia extensa de un marido para compartir.

Igualmente, añade, «la satisfacción es el triple». Mar tiene 10 años. Es concertina de violín en la orquesta sinfónica infantil Scordae y es plenamente feliz ¿Qué le falta? Tal vez, admite ella, el referente paterno. Un año tras otro, el Día del Padre Mar tiene que hacerle el regalo a su abuelo, que es quien ha suplido la falta de una figura masculina en su núcleo familiar. Nada que no pueda subsanarse con una dosis extra de cariño. Mariví es directa: «Ni la carga de estar sola, ni el qué dirán: si una mujer quiere ser madre sola, esto es una experiencia única».

La visión antropológica. La teoría añade otros elementos a tener en cuenta. En un reciente artículo sobre las «Relaciones de parentesco en las nuevas familias» publicado en la Gazeta de Antropología, las profesoras Claudia Grau y María Fernández Hawrylak, ligadas al instituto de investigación Polibienestar de la Universitat de València, advierten de algunos riesgos de las familias de edad avanzada. «Los padres y las madres en las familias tardías lo son a la misma edad en que en las generaciones anteriores eran abuelos o abuelas. Estas familias alteran la sucesión de las edades y de las generaciones, y la organización del cuidado familiar, en cuanto que los abuelos o abuelas son ya mayores para asumir el cuidado infantil, al mismo tiempo que ellos mismos pueden necesitar cuidados por dependencia o enfermedad. Son una nueva versión de la "generación sándwich", agravada por la crisis económica y una disminución de rentas familiares y de prestaciones públicas», escriben las profesoras.

En el ámbito escolar, «la edad tardía de los padres puede ser estigmatizadora para los hijos, al ser percibidos como abuelos». Asimismo, advierten, los padres y madres «temen perderse etapas vitales de la vida de sus hijos, no tener fuerzas para afrontar los retos y el esfuerzo que requiere la crianza, no conocer a sus nietos, o que sus hijos tengan pocos parientes colaterales de su misma generación». Es una teoría.

Sin discriminación homosexual. Un nuevo modelo de familia que se va abriendo paso es el que conforman Irene y Cristina, un matrimonio de lesbianas afincadas en El Carmen de Valencia. Desde 2006, cada año se celebran alrededor de 150 bodas entre mujeres en la Comunitat Valenciana. No sólo quieren casarse. También tener descendencia. En el IVI, las primeras visitas de mujeres con pareja homosexual que deseaban ser madres se han triplicado en los últimos cuatro años, aunque con cifras todavía modestas: de 15 a 47.

Ellas dos se casaron y son madres de Claudia (6 años) y de Lucas (4). A Claudia la tuvo Irene; a Lucas lo parió Cristina. Ambos niños tienen dos madres: «Mamá Cris» y «Mamá Irene», las llaman. Hoy es fiesta mayor en su casa. «Nunca hemos notado ninguna discriminación», asegura Irene.

La caída de adopciones. Otra esfera relativamente moderna de la maternidad es la que viene vía adopción del extranjero. Casi 4.500 niños han llegado del extranjero en los últimos 16 años recogidos por familias valencianas. Como María Sanz, de la Pobla de Farnals, que recogió de un orfanato chino a su hija Chus. Ella asumió su cuidado en 1999, cuando la pequeña tenía once meses y ella, 46 años. Justo un año después se alcanzó el pico de las adopciones internacionales constituidas en la Comunitat Valenciana: 438 anuales. Desde entonces, esta vía a la maternidad se ha ido reduciendo de forma alarmante hasta el estancamiento actual.

La media de adopciones extranjeras entre 1998 y 2012 rozó las 292. En 2007, coincidiendo con el inicio de la crisis, se inició la brusca caída. En 2011 llegaron 202; en 2012, 99; y en 2013; sólo 48. Nueve veces menos que en el año 2000. También se ha hundido la adopción de menores españoles: el año pasado se registraron 82 adopciones nacionales por parte de familias valencianas, la cifra más baja en catorce años. María Sanz, que ahora tiene 58 años y su hija llegada de Hunan ha cumplido los 17, es quizá la mejor publicidad para lanzarse a esta vía: «El papeleo es mortal y los trámites, duros. ¡Más que las contracciones!», confirma. «Pero a mí me lo ha aportado todo: una alegría tremenda, muchas ganas de vivir? y me ha enseñado a ser mejor persona».

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