«Tenía el bolsillo lleno de dinero pero no podía ni comprar nada ni ir a ninguna parte». Esa es «la pesadilla» que Kevin Galalae, un escritor y activista de los derechos humanos canadiense, sufrió ayer durante cuatro horas: desde que aterrizó en el aeropuerto de Manises hasta que logró hacerse con algunos euros.

Galalae llegó ayer al Aeropuerto Internacional de Manises para hacer una escala de 24 horas. Venía de Rumanía, donde había dado unas conferencias, y allí utilizó dólares americanos, así que aterrizó en Valencia con la idea de cambiar dinero una vez pisase tierra para visitar una ciudad que ya conocía.

«Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que en un aeropuerto internacional no había ni un solo puesto, en pleno día, que cambiase moneda», denuncia el ciudadano canadiense. Su tarjeta de crédito había sido bloqueada, así que no podía sacar efectivo de ningún cajero. Ya tenía un hotel reservado en Manises, pero no podía llegar hasta de ningún modo: no podía pagar el metro, tampoco coger ningún autobús y los taxistas se negaron a aceptar sus dólares.

«Esto es increíble, he estado en más de cien países y jamás me ha pasado algo similar, yo no sabía cómo salir de allí», lamenta Galalae. Lo cierto es que hace años Manises sí tenía una casa de cambio, pero, según explican desde Aena, la llegada de la moneda única hizo que este tipo de negocios, que dependen de empresas privadas, dejasen de ser rentables y poco a poco fueron cerrando hasta el punto de que a día de hoy solo resisten en los principales aeropuertos del país.

«Es incomprensible»

La «excusa» no le sirve a Galalae, para quien es incomprensible que «en una ciudad que vive en buena parte del turismo no se ofrezca este servicio básico». «Hoy me ha pasado a mí pero, ¿a cuántos más les habrá pasado y qué imagen se habrán llevado de Valencia?», denuncia.

Gracias a la solidaridad de una mujer que le cedió un bonometro logró salir del aeropuerto y dirigirse a su hotel, pero ahí no acabó su periplo. Él contaba con que el hotel, perteneciente a una cadena multinacional que en otros países sí facilita cambio a sus huéspedes, le hiciese el cambio, pero en España no ofrecen ese servicio.

Lo único que pudieron hacer fue darle la dirección de algunos bancos de Manises y este, asegura, los recorrió todos pero en todos encontró la misma respuesta: solo se cambia moneda a clientes y además con antelación. Desesperado, gastó lo que le quedaba de bonometro en ir a Valencia, donde su único plan era dar vueltas hasta encontrar una casa de cambio.

En lugar de eso se topó con un puesto de información turística. Allí le dieron la dirección de dos casas de cambio y, como había gastado sus viajes de metro, anduvo hasta llegar a una de ellas y, al fin, cambiar 40 euros que le permitiesen comprarse la botella de agua con la que llevaba horas soñando. «Ha sido raro y frustrante, no tiene ningún sentido que en una zona que recibe tantos turistas cueste tantísimo cambiar dinero», explica Galalae.