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Entrevista | Carmen Pellicer

"El maestro es tan importante como el médico, porque también nos jugamos la vida de cada niño"

«No estamos hablando de bajar el sueldo a los docentes, sino de recompensar a aquellos que se implican más»

"El maestro es tan importante como el médico, porque también nos jugamos la vida de cada niño"

Ustedes hablan de seleccionar a los futuros docentes al principio y no al final como ahora, porque la «formación de alto nivel» por la que abogan es cara. Para ello proponen una prueba de acceso nacional con «números clausus» en función de la demanda de plazas docentes.¿Le preocupa el cuello de botella que dicha examen supondrá para los miles de aspirantes a profesores?

Yo no creo que haya que crear un cuello de botella restringido, sino más bien exigente. Para mí la profesión de maestro es tan importante como la de médico, porque al final nos jugamos la vida de cada niño, de una manera diferente, pero nos la jugamos. Como sociedad debemos plantearnos esa exigencia.

Por ello defienden que los profesores, como los médicos hagan una especie de «MIR» de tres cursos, «uno de profunda formación teórica y dos de rica formación práctica»...

Creemos que la fórmula del «MIR» con unas prácticas tutorizadas, exigentes y acompañadas con una cierta dosis de docencia, estudio e investigación en acción, es decir dentro de las aulas, y con una remuneración adecuada, puede ser una fuente de riqueza. Será beneficiosa tanto para la escuela que acoge al profesor en prácticas como para ese mismo docente, que así podrá adquirir las competencias necesarias para trabajar en cualquier centro, tanto público como concertado, etc... El sistema actual de la oposición es insuficiente: puede garantizar la formación teórica, pero no las competencias necesarias hoy para abordar la escuela.

¿Por qué despierta tanto recelo la evaluación del profesorado que proponen?

Porque no tenemos cultura de evaluación. Evaluar al profesorado, no es una forma de castigar, sino de acompañarlo y proponerle mejoras. Evaluar el desempeño docente del profesor es una manera de garantizar que va a crecer profesionalmente. Pensemos, como profesores, qué hacemos cuando evaluamos a nuestros alumnos: los evaluamos para saber qué es aquello que necesitan y cómo les ayudamos mejor. Del mismo modo, los profesores también precisamos que se nos evalúe, para saber lo que necesitamos hacer mejor y qué tipo de ayuda nos hace falta. O cambiamos esto o es imposible que nuestro sistema educativo avance.

¿Le choca que se critique la inclusión de la opinión del alumno en la evaluación del profesor?

Bueno, los cuestionarios de satisfacción de los alumnos son habituales en las universidades. Lo que los alumnos piensan y lo que dicen hay que escucharlo, porque eso nos ayuda a encaminar y enfocar mejor nuestras aulas y escuelas. Hay que perder el miedo a los estudiantes. En una cultura democrática de centro hay que escuchar la voz de toda la comunidad educativa, incluida la de los alumnos. Siempre me ha preocupado como docente que mis alumnos estuvieran felices y disfrutaran aprendiendo, y eso es algo a medir.

¿Por qué insisten en que los docentes más capacitados vayan a los centros más conflictivos?

Los alumnos más necesitados precisan de los mejores maestros para poder salir adelante. Todo alumno tiene derecho a un futuro mejor, sin importar su condición económica, social o capacidad. Para eso hace falta profesores muy competentes y con experiencia para poder dar un giro a estas aulas. Creo que en este sentido los contratos programa en la Comunitat Valenciana, han logrado que muchos centros hayan puesto en marcha proyectos que vinculan y comprometen a gente estupenda. Así, hemos estado trabajando en el instituto público Vicent Andrés Estellés de Burjassot, tutorizando durante estos dos últimos cursos un proyecto de emprendimiento social con un alumnado complejo que ha logrado un nivel de éxito envidiable. ¿Por qué? Porque hay un claustro comprometido y un equipo de profesores estupendo. Esa es la clave. Por el vicio del mismo sistema, a los centros conflictivos acaba yendo personal con un grado de interinidad enorme, lo que impide tener programas educativos potentes. La gente buena quiere destinos más cómodos y esto hay que romperlo si queremos realmente alcanzar la calidad para todos.

¿Una forma de romperlo, como proponen en el Libro Blanco, sería vincular parte del salario del profesor con la excelencia de su desempeño docente?

Hay miles de profesores realmente excelentes en las aulas, para los que hay generar incentivos económicos y de otro tipo, como la posibilidad de acceder a un tipo de formación de élite, a tiempos sabáticos, a cursos en el extranjero. Es decir, tenemos que crear un sistema que recompense a la gente que realmente se compromete y se implica. La uniformidad no estimula a comprometerse en proyectos educativos. No se trata de pagar menos ni de bajar el suelo a ningún docente, y ahí se nos ha entendido mal, sino de hacer una inversión importante en premiar los esfuerzos añadidos de profesores que se comprometen en horarios fuera de sus clases, en proyectos especiales o cargos de liderazgo intermedio como las jefaturas de departamento, tutorías, coordinadores de orientación, inclusión o convivencia... Hay muchas cosas que precisan una dedicación y una implicación especial, y eso hay que pagarlo como se paga en cualquier otro sector. El voluntarismo no va a cambiar nuestras escuelas. No estamos hablando de bajar el sueldo, sino de diseñar un modelo que sea justo con aquellos docentes que se implican más.

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