El cardenal Antonio Cañizares ha dicho basta. Y lo ha hecho con un fondo y una forma tan inéditos como desconcertantes. El arzobispo de Valencia y gran canciller de la Universidad Católica de Valencia ha hecho pública una carta de cinco páginas en la que arremete contra el actual funcionamiento de su universidad y pone de relieve su profundo malestar con las dinámicas internas de la institución académica. En un largo artículo aparecido en el semanario diocesano Paraula, Cañizares afirma que «es preciso superar la tentación de protagonismos, de rivalidades, de unos por encima de otros, de banderías, de rumores, de murmuraciones, de críticas, habladurías y maledicencias, de "conspiraciones", entre los miembros de la Universidad».

No es una frase aislada. La diatriba, hecha en público a través de un periódico que llega a la casa de los 13.300 alumnos de la universidad y de las familias que costean los estudios de sus hijos, deja patente el gran descontento del prelado con la Universidad Católica San Vicente Mártir. Sucede un año y medio después de su llegada a la archidiócesis de Valencia y a pesar de las sucesivas reformas que el arzobispo ha impulsado en la cúpula de la Católica. Pero los resortes de poder se le resisten a Cañizares dentro de la institución académica. Ni él mismo trata de esconderlo en la carta publicada.

Como prueba de que sus directrices no se cumplen como él querría, el purpurado de Utiel revela en público un episodio crucial. «Desde los primeros momentos como Arzobispo-Gran Canciller, concretamente en la primera reunión del Patronato de la Universidad, pedí que se elaborase y se me presentase el "Proyecto de la Universidad que queremos llevar adelante y que necesitamos", con qué estilo y peculiaridades, cuáles son nuestras fuerzas para implementar este Proyecto, sin el cual no podemos ni deberíamos seguir. Pedía y exigía, en definitiva, un Proyecto universitario católico», dice.

Era el paso previo a la aprobación de unos nuevos estatutos que implicarían «renovar personas y equipos de gobierno». Pero su frustración ha sido la siguiente. «Encomendé esto y sé que se está trabajando en ello, pero muy lentamente: por ello pido y espero que se acelere el trabajo, en el que los Estatutos serán a continuación del Ideario y del Proyecto Universitario. Esto dije en la reunión del Patronato de marzo de 2015 y en una reunión inmediatamente posterior del Consejo de Gobierno, y lo he reiterado en varias ocasiones. Todavía eso no se ha hecho, y es necesario, urge al máximo», escribe el cardenal.

La diócesis es la que manda

En el último punto de su misiva abierta, Cañizares va al que tal vez sea el fondo del asunto. Subrayar quién manda en la Universidad Católica. «Hay una nota de esta Universidad que habrá de tenerse muy en cuenta, y es la inserción en la Diócesis: se trata de una Universidad de la Diócesis, es Diócesis, parte de la Diócesis, es institución que forma parte de la Diócesis, de su estructura y organización, y esto habrá de reflejarse en todo, tanto por parte de la Diócesis como de la Universidad». Hasta seis veces repite la palabra clave: la dirección de la Católica compete al Palacio Arzobispal.

Sorprende el hecho de que un cardenal tenga que instar, y además en público, a «la eliminación de las habladurías que tanto daño hacen y tan poco construyen, la aceptación del principio de autoridad, la no descalificación de nadie, el que nadie se sienta excluido, la cooperación de todos en el bien común» en el seno de la Universidad Católica. «Un nuevo estilo en nuestra Universidad nos apremia», insiste. El retrato que ofrece en público Cañizares respecto a su Universidad resulta poco edificante.

Más católicos

Hay otro punto que destaca en la carta. Y puede interpretarse como un tirón de orejas a la Católica por la guerra fría que mantiene con la UCH-CEU San Pablo. La directriz de Cañizares es clara: «Una recomendación, que es exigencia, de la UCV es propiciar la unidad e interacción con las otras Universidades Católicas o de inspiración cristiana de España. En los momentos que estamos habrá que propiciar y conseguir esta unidad y acción conjuntada de estas Universidades. Es una responsabilidad muy grave que tenemos y no podemos demorar esa actuación conjuntada de todos. ¿Por qué no toma esta Universidad esta iniciativa?», pregunta el cardenal.

La carta, titulada «Sobre la Universidad Católica de Valencia», aboga también por «refundar» la institución académica recatolizando su esencia. Reclama que sus profesores participen más en el debate público o que se preste más atención a la familia. Y un aviso a navegantes: No habrá exclusiones, «salvo los casos de personas que alterasen el proyecto identitario universitario o la convivencia». Sin la unidad que reclama para la Católica, remacha, el proyecto es inviable.