Ocho trenes desde Barcelona llegaron ayer a la estación de València-Joaquín Sorolla. Jóvenes, mayores, mujeres y hombres salían con aparente calma en sus rostros.

Entre ellos había quiénes reconocían que la confusión se apoderó de ellos en los primeros momentos del atentado. Este fue el caso de Nuria Lladó, quien relata que en el momento del atropello se encontraba en casa. «No salí a la calle por miedo y pasé el resto del día pegada a la televisión para poder informarme de todo», afirmaba.

También hubo quien se enteró del atentado a través de compañeros o amigos que estaban fuera del país. Es el caso de Jordi Campmany, quien reconoce que su amigo, que vive en Londres, fue el que le avisó del atentado. «A las 17.20 me llamó y me preguntó asustado si estaba bien y yo ni siquiera sabía qué había ocurrido».

En la misma situación se encontraba Carlos Casas, de Dénia, quien reconocía que conoció el atentado a través de los mensajes que sus amigos le enviaban vía Whatsapp. Casas aseguraba que el ambiente en la ciudad era totalmente tenso: «Los helicópteros, los mossos en las bocas de metro... Era caótico, pero realmente infunde tranquilidad», añadía.

Condena a la «demonización»

Un valenciano que acababa de bajar del tren de Barcelona reconocía «injusta» la reacción de quienes «demonizaron» a la comunidad musulmana por el atentado. Algo que secunda Camila Carballo, quien asegura que «las personas musulmanas no deben ser juzgadas como un colectivo terrorista».

Asimismo, Paula Vaquer reconoce que este tipo de acciones acaban pagándola «justos por pecadores». «Siempre decimos que no debemos generalizar, pero en estos casos lo acabamos haciendo de manera injusta», añadía la valenciana.