Los ginecólogos y los especialistas en reproducción no se cansan de repetirlo: se llega tarde a ser madre, y cada día más. En poco más de una generación la mujer ha pasado de tener hijos en su mejor edad fértil, a los 20 años, a retrasar el principio del nacimiento de los hijos más de una década. En España, la edad media para tener el primer hijo ya supera los 32 años y subiendo y según un reciente estudio, siete de cada diez mujeres de 35 años no tiene hijos.

La mayor esperanza de vida y los cambios socioeconómicos, entre otros aspectos, han generado una ruptura entre el mejor momento social para ser madre y el biológico, lo que está ayudando a darle la vuelta a la pirámide poblacional (se tiene hijos más tarde y se tienen menos) y llenando las clínicas de reproducción asistida porque, cuando la mujer decide probar suerte, puede que sea tarde.

En la mayoría de ocasiones no se trata de problemas médicos añadidos, simplemente que la fertilidad femenina tiene fecha de caducidad: las mujeres nacen ya con todas sus células reproductivas y, una vez llegan a la pubertad, estas empiezan a madurar y a desprenderse de los ovarios para ser fecundadas. Así, se van perdiendo células y, a partir de los 35 años tanto su calidad como su calidad caen en picado dificultando los embarazos espontáneos.

Las técnicas de reproducción asistida ha venido a paliar parcialmente este problema pero, cuando no hay óvulos con los que trabajar, la deseada descendencia debe de venir necesariamente de tomar prestados los óvulos de otra mujer, algo que no muchas veces se acepta.

Dos abordajes en València

Investigadores de todo el mundo está intentando ahora buscar la manera de «rejuvenecer» esos ovarios para dar opciones a aquellas que quieren tener un hijo propio sin recurrir a la ovodonación. En València, investigadores del Hospital Universitario de la Fellevan cerca de cuatro años estudiando dos formas distintas de volver a activar los ovarios: la «infusión» con células madre y la llamada fragmentación ovárica. El objetivo es comprobar si los buenos resultados obtenidos en ratones pueden abrir una vía de futuro para aquellas mujeres en las que los ovarios han dejado de funcionar antes de tiempo.

En ambas investigaciones, los resultados preliminares arrojan tasas de éxito de entre el 33 y el 35 % aunque aún se está muy al principio. «Es el primer paso de un camino muy largo y aún es pronto para que los procedimientos puedan ponerse a disposición de las pacientes», advierte la bióloga Sonia Herraiz, investigadora de la Fundación IVI y que ha trabajado en ambos estudios junto al cofundador de IVI, Antonio Pellicer.

La reactivación con células madre se consigue gracias a una infusión de estas células de la propia paciente que se hacen llegar directamente a los ovarios. Allí se establecen y ayudan a desarrollar esos folículos ováricos durmientes.

De las 15 mujeres tratadas de las que hay datos (todas eran aún fértiles pero con baja respuesta a los tratamientos de fertilidad) se consiguieron cinco embarazos pero solo tres nacimientos. Y es que el número de embriones normales que se obtuvieron con esta técnica era del 16 %. «Este enfoque aumenta la cantidad pero no mejora la calidad de los óvulos que se consiguen. Ahora queremos redefinir los criterios y crear estrategias para aumentar esta calidad», apunta Herraiz.

Romper el tejido

La segunda línea de investigación es la fragmentación ovárica. En este tipo de técnica, se «rompe» literalmente un trozo de corteza ovárica y se reimplanta en el ovario. «Gracias a esta rotura se consigue inhibir una ruta genética que es la que ordena a los órganos que no crezcan más allá del tamaño que deben tener. Con ello se obtiene una respuesta celular y se segregan factores de crecimiento», explica la bióloga. Gracias a esta técnica, el estudio valenciano ha conseguido «que nazcan cuatro bebés y ahora hemos registrado un nuevo embarazo» en las 14 mujeres con fallo ovárico precoz, es decir con menopausia adelantada, incluidas en el ensayo. Para Herraiz parte del éxito de esta línea de investigación es la alianza con los expertos del Hospital Universitario de La Fe porque «no es fácil trabajar con corteza ovárica, hay que tener una habilidad quirúrgica que aquí se tiene». En La Fe está en marcha desde hace algunos años una unidad de preservación de fertilidad para aquellos niños que, por tratamientos como la quimioterapia, van a tener secuelas en su capacidad reproductiva y se trabaja ya con reserva y reimplantación de corteza ovárica, por ejemplo.

Con las dos investigaciones cerradas y a punto de publicarse oficialmente ambas, el grupo de investigación de la Fundación IVI quiere ahora redefinir criterios para descubrir qué técnica es mejor en cada caso. «No se trata de desarrollar una y no otra sino ser capaces de ver cuál podría ser mejor en cada caso», añade.

Para ello se va a realizar un nuevo ensayo con células madre pero, ahora, en mujeres con fallo ovárico precoz y no en aquellas con baja respuesta a la estimulación ovárica con hormonas que se emplea para los procesos de reproducción asistida que son las que formaron el primer estudio. «Las primeras eran muy mayores, doce tenían entre 38 y 40 años». Ahora, IVI está reclutando mujeres con fallo ovárico de hasta 38 años para comprobar el resultado de esta técnica.

El siguiente paso será, según Herraiz, buscar cómo aumentar la calidad de esos óvulos rescatados mediante estas técnicas. «Hay que mejorar las técnicas y ver a quién funcionan mejor pero también mejorar la calidad».