El territorio adquiere un rol destacado cuando nos planteamos la formulación de estrategias de desarrollo local. Y ello porque en él se combinan los componentes que influyen en las alternativas de progreso de las comunidades locales, es decir, los elementos ambientales, socioculturales, organizativos, el grado de desarrollo de sus estructuras, y por supuesto, la propia localización. El concepto de territorio no es ni sencillo ni tampoco estático; debe ser entendido como una construcción social y económica, y concebido como un espacio más pertinente en cada período histórico, un ámbito de relaciones que se materializa en la configuración de redes, un agente clave del crecimiento económico y social, que aglutina diversos recursos y es soporte para la innovación.

Cuando nos referimos a la innovación, a aquellos procesos que dan lugar a lo que denominamos «innovación» es recurrente cierta confusión en determinar aquello que la define. Con cierta frecuencia la innovación es sinónimo de competitividad, o al menos, es un factor central de ella y del conocimiento. Éste, el conocimiento, es un recurso estratégico esencial para el éxito, y en consecuencia aquellas dinámicas de aprendizaje a él asociadas se consideran procesos insustituibles.

Es evidente que la innovación no se concibe sin el conocimiento. De hecho, en su definición se recoge expresamente su valor: la capacidad de generar e incorporar conocimientos en el sistema económico y social, de manera que maximiza las potencialidades productivas y contribuye a un uso más racional de los recursos. Cuando se abordan estudios que pretenden el desarrollo territorial es habitual que se acometan trabajos que tengan que ver con la explotación de los recursos, la implantación de redes y relaciones en el territorio, y por supuesto los procesos de innovación, que son de diversa naturaleza.

La empresa. Destacan en primer lugar aquellos que se centran de manera preferente en la innovación empresarial, es decir, procesos relacionados con factores internos a las entidades empresariales. Labores como indagar, investigar, testar, verificar, modificar, imitar o adquirir conocimientos, son habituales en dicho escenario dominado por empresarios, técnicos y emprendedores. Como señala el geógrafo Ricardo Méndez, nos referimos a cualquier etapa en el proceso de fabricación o elaboración del producto, así como a las fases tanto anteriores como posteriores en la propia cadena de valor; además de las innovaciones de las tareas gerenciales de las propias empresas. Esta modalidad de proceso de innovación está ligada a la transmisión de conocimientos fácilmente reproducibles, por ser susceptibles de intercambio o adquisición en el mercado; está identificada con la incorporación del sector I+D+I en las empresas, y recoge cuantas mejoras se pueden adoptar en fases de abastecimiento y explotación de recursos, transformación, comercialización y gestión de los procesos empresariales. Nos referimos por ejemplo a la incorporación de maquinaria que mejore el acabado de un producto textil, a la modernización de los sistemas de regadío en una empresa de citricultura, a la robotización de una empresa de pintura industrial que reduce el tiempo de producción, a la apertura de nuevos mercados internacionales de una empresa conservera que multiplique su facturación. Innumerables mejoras que tienen como objetivo final la mejora de la competitividad empresarial. Y el tejido empresarial valenciano sabe de ello: se ha fundamentado tradicionalmente en esos procesos de mejoras incorporadas por miles de empresas de nuestra economía, diversificada en sectores y diversa en pymes.

El territorio. No obstante hallamos otros procesos de innovación que tienen su razón de ser en el entorno territorial. No dependen del carácter individual representado por el empresariado sino que es promovido por la colectividad, por el carácter colectivo y por las relaciones sociales existentes. Nos dirigimos a determinadas sociedades y entornos en los cuales adquieren mayor protagonismo la adopción y la adaptación de conocimientos, merced a una predisposición de aprendizaje colectivo. La innovación, en esos casos, no se adquiere ni se imita, sino que se comunica por esa predisposición de la sociedad en un proceso continuo de mejora. Hablamos de una actitud proactiva. La innovación se convierte en motivo de diferencias territoriales de manera que hallamos áreas innovadoras, territorios capaces de dar respuesta de éxito a adversidades y problemas; y en cambio otras áreas que quedan excluidas, que restan marginadas a los procesos de innovación y desarrollo. En nuestro territorio valenciano hallamos múltiples ejemplos tanto de espacios innovadores como de otros que quedaron apartados de esos procesos de modernización.

Los territorios innovadores, distribuidos entre muchas de nuestras ciudades y varios de nuestros pueblos, reúnen una serie de condiciones que suelen aparecer de forma reiterativa, como son: (a) la iniciativa empresarial, capaz de transmitir conocimientos fácilmente reproducibles, fundamentada en un fenómeno individual, no colectivo; (b) la innovación social e institucional basada en una red interactiva de factores económicos, políticos, sociales y culturales, que facilita el uso de recursos territoriales; (c) el protagonismo de la participación activa de la sociedad civil en dichos procesos, una forma de gobernanza territorial, fundamental en la incorporación de la sociedad en los procesos de innovación; (d) y la implantación progresiva de un sistema de gobierno relacional, basado en la cooperación entre las diversas instituciones con competencias en el territorio, es decir, los ayuntamientos, las mancomunidades, las diputaciones y el gobierno autonómico.

Los sistemas territoriales locales valencianos que han experimentado éxito económico son aquellos en los que mejor interactúan las dos formas de conocimiento, la componente empresarial y el entorno económico-social-institucional. Estos sistemas regionales y locales de innovación permiten la puesta en valor y el uso racional de los recursos territoriales existentes.

En la Comunitat Valenciana hallamos sistemas territoriales-locales de innovación distribuidos por diversas comarcas, litorales e interiores, y por heterogéneos territorios, urbanos, urbano-rurales, e incluso rurales. Nos referimos a territorios como las ciudades de Vinaròs-Benicarló, Onda-Vila Real, Castellón, Segorbe, la Vall d'Uixó, Sagunt, Llíria, Requena-Utiel, Buñol-Chiva, Riba-roja de Túria, València y su área metropolitana, Almussafes, Sueca-Cullera, Alzira, Xàtiva, Gandía, Ontinyent-Albaida, Alcoi-Cocentaina, Villena, Elda-Petrer, Dénia-Xàbia, Benidorm, Novelda, Alacant, Elx-Crevillent, Orihuela? y numerosos núcleos rurales que constituyen redes locales de innovación, en torno a actividades puntuales (agroalimentarias, materiales de construcción, manufacturas, recursos forestales, turismo cultural, etc.).

La competitividad, la calidad, los procesos de adaptación, la capacidad de explotación de determinados recursos propios, el know-how, la presencia de actores proactivos, la dependencia de los mercados internacionales? se van sucediendo en nuestros territorios, de manera que se configuran sistemas regionales-locales de innovación, en los cuales las transformaciones en ocasiones son sorprendentes si nos atenemos a los resultados obtenidos. Por ejemplo, el sector juguetero de la Foia de Castalla transformado en industria auxiliar para el automóvil; la expansión del caqui persimón en algunos municipios de la Ribera Alta en detrimento de la citricultura; la implantación progresiva de plantas de energías renovables en el interior como ocurre en la Serranía; la sustitución de variedades de uva y la producción de vinos de calidad destinados al mercado, reduciendo la importancia de la producción a granel y reivindicando el vínculo con el paisaje de Requena-Utiel o les Terres dels Alforins; la readaptación de nuestros sectores industriales tradicionales como el textil ( l'Alcoià, Vall d'Albaida) o el calzado ( Vinalopó), mediante mejoras competitivas; o la introducción de los fundamentos de las estrategias en la gestión del desarrollo territorial en iniciativas municipales o comarcales.

Las universidades son conscientes de la función que desempeñan en los procesos de innovación descritos. Y hay un camino común aún por realizar entre empresariado, territorio y universidad. La investigación que se desarrolla en sus campus universitarios, parques científicos u otras plataformas académicas, ofrecen respuestas a las necesidades que demandan los territorios innovadores, tanto en materia de diversas formas de innovación empresarial como en las relacionadas con la innovación de dimensión social. La innovación individual reclamada por las empresas a las universidades está acompañada por el impulso a iniciativas emprendedoras, la preeminencia de criterios de eficiencia y calidad, la generación de empleo, la mejora de cualificaciones profesionales o la apertura de nuevos mercados internacionales. La innovación colectiva puede beneficiarse de la participación de las universidades como instituciones que facilitan la movilización y la concertación social, la cooperación entre las distintas instituciones con competencias en el territorio, la participación activa de la población en la determinación de su futuro, el refuerzo de la identidad local y su imagen, o la mejora del bienestar social.

En definitiva, las universidades facilitan la presencia de la innovación en el territorio: hablamos en consecuencia de «territorios inteligentes» capaces de generar los conocimientos necesarios para poner en valor los propios recursos y mejorar las condiciones de calidad de vida de la sociedad local.