A veces los cambios vienen de donde menos te los esperas, cuando una mirada nueva aporta una perspectiva diferente a un problema. O cuando esa misma mirada vislumbra una oportunidad. Que se lo pregunten a Rob Brunt y a Dominique Maingard, nacidos a unos cuantos kilómetros de Alboraia y que están a punto de lanzar la última innovación en torno a la chufa. La historia tiene un punto de excentricidad, mucho de emprendimiento y también algo del carácter intrépido de los exploradores de sus países de origen.

Esta pareja formada por un inglés y una sudafricana -de padre francés y madre austriaca- decidió hacer un break en 2014, después de media vida dando vueltas por el mundo, con tres hijas pequeñas a cuestas. Ella, como profesional en ciencias ambientales; él, en proyectos de desarrollo para ONG, especialmente en cooperativas agrícolas en África.

Lo que iba a ser un año sabático amenaza con perpetuarse, y ha tenido como resultado un proyecto empresarial. Eligieron València como base tras elaborar un listado de ciudades con pros y contras sobre sistema educativo, alimentación, entorno, cultura, clima y el carácter de la gente. Ginebra, San Sebastián, Exeter, Touluse y Palma perdieron por goleada. Y la horchata les conquistó. «Nunca había oído hablar de ella. Las niñas la adoraban y cuando terminaba el verano querían más», comienza Brunt.

¿Por qué no tomar esta bebida dulce todo el año? ¿Por qué no, por ejemplo, un desayuno con base de chufa y chocolate? Empezaron a investigar, «por curiosidad», y casi sin darse cuenta ya estaban 'cocinando' su propia receta en un contenedor portátil, estudiando sobre procesos industriales y patentes.

Hoy su idea tiene sabor, envoltorio y hasta un trabajado plan de branding. La pareja guarda con celo la fórmula, pero este mes lanza chufachoc, un preparado granulado con chufa y cacao para disolver en cualquier tipo de leche.

La idea sorprende, incluso con un producto como la chufa que en los últimos años está viviendo un boom de innovaciones. Proliferan productos cosméticos, cervezas, turrones, harina, mermeladas... Y hasta exprimidores como el Chufamix, de Andoni Monforte.

Según Brunt, que se ha asesorado con un exempleado de Cadbury, la multinacional británica de chocolates, esta es la primera innovación en décadas en el ámbito de las bebidas chocolateadas. De hecho, en este segmento, junto al chocolate en polvo omnipresente, solo compite en Asia, África u Oceania el Milo de Nestle, un mix de cacao de y malta.

Cuarenta kilos al día

El éxito de la chufa como superalimento global, de hecho, permite a estos emprendedores aventurar interés por su producto más allá de València. De momento, tienen previsto comenzar por València, a través de cafés, hoteles y tiendas locales. Aunque ya han recibido interés de un distribuidor británico de productos para supermercados eco. Producen unos 40 kilos al día en una nave de Riba-roja y tienen previsto ampliar la capacidad.

La empresa exhibe su compromiso «ético». El envase se elabora con celulosa -«No queremos ser responsable de más plástico en los océanos»- y han conseguido el sello de comercio justo del cacao y producto sin aceite de palma, entre otros. Además, es apto para celíacos. Rob y una de sus hijas padecen la enfermedad, uno de los motivos que les llevó a investigar sobre la chufa.