El Aquarius, el barco que protagonizó hace ya medio año un punto de inflexión en las políticas europeas de asilo al salvar la vida de 630 personas en su desembarco a València el 17 de junio (después de una semana a la deriva tras la negativa de Italia y Malta), pone fin a los rescates en el Mediterráneo, la ruta migratoria más mortífera en la que más de 2.100 personas han perdido la vida en lo que va de año. Un buque fletado en 2016 por las ONG de Médicos Sin Fronteras (MSF) y la francesa SOS Mediterranée con el que consiguieron poner a salvo cerca de 30.000 vidas.

El Aquarius se convierte, así, en el claro símbolo de la crisis política sobre la acogida de migrantes. Y es que MSF denunció que esta drástica decisión es el resultado de las «múltiples presiones políticas», una «campaña constante» encabezada por «el gobierno italiano» para «deslegitimar, calumniar y obstruir a las organizaciones de ayuda que brindan asistencia a las personas más vulnerables», denunció MSF en un comunicado.

La organización admitió que los Gobiernos europeos han «intentado limitar en la medida de los posible» las actividades del barco, «en particular desde que Libia se convirtiera en estado tapón» de la salida de migrantes. Un país denunciado en múltiples ocasiones por las entidades humanitarias al no considerarlo un país seguro para las personas que allí llegan.

«Se comportan de una manera extremadamente brutal con los inmigrantes y sus guardacostas han llegado incluso a obligar a retroceder a los barcos de salvamento», denunciaron desde MSF. Con dichas medidas, los guardacostas libios llegaron interceptar a más de 14.000 personas en el mar este año para devolverlas «a la fuerza» a Libia.

La directora de MSF para Reino Unido, Vicki Hawkins, sentenció el día de ayer como «un día oscuro» que ha «socavado el derecho internacional» y «los principios humanitarios». Señaló que «Europa no solo ha fracasado a la hora de dedicar una fuerza de búsqueda y rescate, sino que también ha saboteado activamente los intentos de otros para salvar vidas».

Frédéric Penard, director de operaciones de SOS Mediterranée, reconoció que «renunciar al Aquarius» ha sido una «decisión extremadamente difícil de tomar», pero a la que se han visto abocados tras «los ataques incesantes» del que fueron objeto tanto el buque como sus tripulantes.

Más muertes evitables

De hecho, la portavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Shabia Mantoo, sostuvo que «la capacidad de rescate debería reforzar en lugar de disminuir», para evitar que la asistencia a personas migrantes «sea criminalizada», pues «salvar vidas debe ser la preocupación esencial de los gobiernos».

La retirada del buque, además, supone el aumento de la vulnerabilidad de personas que decidieron lanzarse al mar huyendo del hambre, la pobreza, la guerra o la persecución. «El final del Aquarius significa más vidas perdidas en el mar, más muertes evitables que quedarán sin testigos ni registro», declaró ayer la directora de MSF para Reino Unido, Vickie Hawkins.

Es, por ello, que la ONG SOS Mediterranée se niega a quedarse «de brazos cruzados» y anuncia que «estudia ya las opciones para un nuevo barco».