El acuerdo comercial con Sudáfrica, que ha rebelado al campo valenciano, es paradigmático de la relación de la Comunitat Valenciana con la Unión Europea. Además de servir aquello de que uno solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, el caso ha evidenciado la inexistencia de un lobby del sector citrícola que pueda al menos replicar al «más poderoso de la UE», el del puerto de Rotterdam (Holanda) y los grandes distribuidores de la alimentación.

El debate en Bruselas con los políticos de distintas formaciones deja claras varias cuestiones: que el Gobierno español (el de Mariano Rajoy) asumió el acuerdo con Sudáfrica (un solo país puede bloquear estos ententes); que los eurodiputados valencianos actuaron como «un sindicato» y votaron todos en contra, no así sus compañeros españoles de los grupos; que no hubo organización del campo valenciano para hacerse oír con más fuerza, y que a día de hoy existen datos contradictorios (entre los que maneja la Comisión Europea y los de las organizaciones agrarias valencianas) sobre los efectos del acuerdo.

Inmaculada Rodríguez-Piñero abre el foco del debate: el problema de Sudáfrica «es la gota que ha colmado el vaso, pero este estaba lleno ya». Y pide unión, un lobby de la citricultura. «Es verdad lo que dice Inmaculada de que tenemos que estar unidos y con una sola voz, porque en la UE quien no llora no mama. Los intereses son contrarios y se trata de ver quién es más fuerte», apostilla Esteban González Pons. Los pasos deberían ser ahora, dice, un estudio de impacto, exigir la cláusula de salvaguarda y la modificación del tratado. «Pero para eso tenemos que ser una piña», añade.

Jordi Sebastià coincide sobre la cláusula, pero pone el punto de mira en el Gobierno español, quien puede pedirla y quien no defendió en su momento los intereses valencianos, dice: «Muchas veces se acusa a Bruselas de decisiones negativas en Madrid».

Carolina Punset llama a no demonizar los acuerdos comerciales. El de Sudáfrica «no es malo per se. Lo que provoca el conflicto es que se ha alargado el plazo de entrada de naranja africana más allá del 15 de octubre, hasta el 30 de noviembre, y eso provoca que haya acopio hasta enero y se pueda especular con el precio».

Alba Quesada sí dispara sobre los tratados comerciales, que «van en contra del campo y que han sido vistos como favorables por PSOE y PP». El portavoz popular se defiende: «No podemos simplificar el problema. No es solo el Gobierno el culpable», aunque «no siempre ha estado bien, sí», admite. E insiste en la unión. «Tenemos que estar unidos».

Punset remata: «Todos estamos de acuerdo en que debería haber un lobby que no hay».