Neumann era profesor en el departamento de Ciencias Atmosféricas de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Entre sus numerosos trabajos, hizo varias aportaciones a la influencia del clima y del tiempo en la historia. La primera de ellas relata acerca de las menciones a los vientos en los escritos de la Grecia clásica. En la parte final señala el uso de los vientos por los marinos griegos, de modo que se hacían a la mar al anochecer con el fin de aprovechar las brisas de tierra. Así lo hicieron, en la Odisea, Telemaco al partir de Ítaca y su padre Ulises al abandonar el país de los Feacios. Caso destacado es la batalla de Salamina, entre las flotas griega y persa, en septiembre del 480 a.C. La armada persa con 1200 buques superaba con mucho los 380 bajeles de la griega. Su comandante, Temístocles, solo atacó cuando se desencadenó una potente brisa marina en el estrecho entre la isla de Salamina y la costa ateniense. Los barcos griegos, cargados de pesada infantería, eran menos maniobrables, pero fueron menos afectados por las altas olas que el viento generó en un canal angosto. Por el contrario, los barcos persas, más altos, dejaron sus laterales expuestos, facilitando el ataque griego. Seguramente la derrota de la flota persa, completada en las batallas de Platea y Mícala, cambió la historia del mundo occidental. Nunca más el imperio persa volvió a intentar la invasión de Grecia y su esplendor se acabaría apagando bajo los cascos de Bucéfalo y su genial jinete, Alejandro Magno.