La primera infección por el hongo Candida auris se produjo hace diez años en Asia y ahora se ha convertido en una amenaza para la salud mundial por su resistencia a los medicamentos antifúngicos. Casi la mitad de quienes la padecen fallece en 90 días. La comunidad médica internacional está en estado de alerta para encontrar remedio a los efectos muy agresivos de un hongo microscópico perteneciente al grupo de las levaduras y muy oportunista: busca, sobre todo, objetivos débiles que padezcan infección con VIH, cáncer con heridas, diabetes, bajo peso al nacimiento y sepsis neonatal tardía o enfermedad renal crónica. Forma parte de ese ejército silencioso y letal de decenas de bacterias y hongos peligrosos que han desarrollado resistencia a los medicamentos. Hospitales y asilos son su campo de batalla preferido.

De momento, se ignora con total seguridad por qué apareció, aunque ya hay teorías sobre su origen. Y, lo más inquietante, no se sabe a ciencia cierta cómo combatirlo porque sobrevive en el medio ambiente y en superficies inertes, lo que hace inocuo el uso de desinfectantes, a lo que hay que añadir su habilidad para crear biopelículas transparentes sobre las superficies que impiden una limpieza total. Su rapidez para multiplicarse es asombrosa. En menos de cuatro horas puede pasar de un paciente a otro, aunque, para evitar alarmismos apocalípticos, los expertos destacan que ofrece un riesgo muy bajo para personas sanas en actividades cotidianas.

Otro elemento perturbador es que sus síntomas son muy comunes: fiebre, dolor en todo el cuerpo y fatiga. Más del 90 % de cepas es resistente al menos a un medicamento y el 30 % a dos o más fármacos antimicóticos. Según una información de The New York Times, el hongo está expandiéndose «por el mundo en un clima de secretismo» dado que las instituciones y los gobiernos nacionales, estatales y locales «se han mostrado renuentes a divulgar la presencia de los brotes de las infecciones resistentes con el argumento de que no tiene caso asustar a los pacientes actuales... ni a los futuros pacientes».

Brote en La Fe en 2016

En verano de 2016, se informó sobre «un brote en curso de cincuenta casos de C. auris» en el hospital británico Royal Brompton, que cerró su sala de terapia intensiva durante once días. Después se supo también de un brote mayor en La Fe en València. Ocurrió en 2016. El centro valenciano informó a la publicación Xataca que los primeros casos «se detectaron en abril de 2016. Desde el inicio, el brote ha afectado a 409 pacientes, de los cuales 87 desarrollaron la infección por candidiasis invasiva. Actualmente, el brote está controlado y sólo se ha detectado un caso nuevo de paciente colonizado (paciente portador) en el mes de marzo de 2019, y una única candidemia (infección) desde junio de 2018». Los expertos llaman la atención sobre la necesidad de aplicar métodos de identificación más actuales, ya que existe el peligro de clasificar de forma errónea otra levadura al basarse en sistemas diagnósticos bioquímicos tradicionales por su parecido con otras especies, lo que podría conducir a un tratamiento inapropiado. Hay expertos que responsabilizan de la aparición de este superhongo a la utilización desbocada de fungicidas hortofrutícolas en el campo, lo que explicaría la irrupción de mutaciones invulnerables a los medicamentos. La distribución alimentaria globalizada explicaría en parte esa aparición de Candida auris en tantos países distintos.

Candida se apellida Auris porque la primera vez que los médicos se encontraron con él fue en 2009 en el oído de una mujer japonesa ( auris es oído, en latín). No parecía peligroso en ese momento, pero tres años después apareció en Nijmegen, Países Bajos, durante una prueba en el laboratorio del microbiólogo Jacques Meis, que investigaba una infección en el torrente sanguíneo de dieciocho pacientes llegados de cuatro hospitales de India. Y los casos empezaron a multiplicarse.