La cena reunió a la vieja guardia del PP, a 120 personas que quedaron emplazadas a futuros encuentros para «aumentar el grupo de Pedro» (Agramunt, expresidente del PPCV) y «reconstruir» un PP para que vuelva a ser «exactamente lo mismo que era cuado arrasábamos con mayorías absolutas, cuando la gente tenía ilusión en nuestro proyecto».

El grupo opositor a la presidenta del PP, Isabel Bonig quiere crecer, hacerse fuerte y recuperar tiempos pasados. Los de los baños de masas y las mayorías absolutas. ¿La corrupción? Un invento de comunistas, jueces y periodistas. Por eso, la del viernes por la noche fue una cena que se autodenominó «de valientes, de valientes de verdad». Porque, según el expresidente Camps, erigido como el héroe de la velada, «esta es una noche de valientes por tres motivos: la primera valentía es creernos que el PP tiene que seguir existiendo como lo conocíamos, es decir, como un partido que quiere gobernar; La segunda valentía es que no venimos a un congreso, ni a una asamblea ni a que nos vea el jefe del proyecto para ver si alcanzamos un puesto personal en alguna institución; Y la tercera valentía es porque hemos leído que podíamos ser expedientados porque esto parecía una reunión extraña, fuera de toda norma. Pues bien, el único expediente es la incapacidad para poder liderar un proyecto político ganador y creerse que nuestro partido tiene que compartir espacio con otros dos grupo que no son nada». Y la sala que albergó el encuentro estalló en aplausos.

No fue esa, sin embargo, ni la primera ni la única cornada a la presidenta Bonig y a quienes la respaldan. Los históricos de peso y con problemas con la Justicia recibieron sus ovaciones sin remilgos ni complejos porque, tal como destacó Agramunt en su discurso inicial, «los de Compromís, el PSPV y los comunistas empezaron a denunciarnos, a acusarnos por todas partes, de todo. Y PP cayó en la trampa y en lugar de salir a defendernos y a defender el partido, se dedicó a aplaudir con las orejas porque así les iba bien. Y eso ha acabado con una gran cantidad de líderes del partido que al final se acabaron despidiendo porque 'no sé qué concejal' tenía fijación con 'no sé qué cosa' que al final se terminó archivando, como en la inmensa mayoría de los casos que han sido archivados o han resultado absolutorios». El ambiente se caldeaba.

Una cáscara vacía

Los dardos lanzados a la gestión de Bonig fueron una constante en la velada, en general, y en el discurso de Camps, en particular. Desde «las líneas roja fueron un error» hasta «nos hemos desacostumbrado a reunirnos con frecuencia» pasando por la «falta de aspiración para gobernar» de Bonig, su «incapacidad» en la oposición o una gestión que ha convertido el partido «en una cáscara vacía».

Los populares que asistieron a la cena arroparon a un Francisco Camps que estaba exultante y, sin embargo, se reconocía como víctima. «Mi situación personal es tan complicada desde el punto de vista político, social, institucional y judicial que me creo en la obligación de deciros que vale la pena tener millones de imputaciones si el partido continúa hacia delante. ¿De que sirve tanta imputación si al final no hay un liderazgo de partido que ponga cara y ojos en la oposición a un gobierno deleznable como el que tenemos en la Generalitat Valenciana y en los ayuntamientos de nuestra comunidad? ¿De qué ha valido todo esto? ¿De qué ha valido vuestro sufrimiento, vuestras noches de insomnio y días dedicados al partido? Nada tiene sentido si el PP se nos muere entre las manos. Pues de esto es de lo que se trata esta noche», explicó Camps entre aplausos.

El mensaje quedó claro: el grupo de díscolos debe crecer. «Os invito a que salgamos a la calle a decir que el 'PP existe' y os pido que sigáis convocando estas reuniones porque no sirve un PP sin gente. A mí se me apartó por las circunstancias que fueran, pero aquí me tenéis». Y la nostalgia invadió la sala en «la noche de los valientes».