Los presuntos miembros de la Camorra detenidos en Almussafes el pasado 30 de julio después de que la Guardia Civil liberara al hombre al que habían secuestrado en Torreblanca y por el que exigían el pago de 74.000 euros, no tuvieron reparos a la hora de torturar a su víctima en presencia incluso de sus propios hijos menores de edad. Cuando los agentes del Instituto Armado entraron en la casa vieron a tres menores, dos de ellos hijos de los secuestradores que, según declaró después la víctima, pudieron ver cómo se le torturaba y oír sus gritos. Hasta ahora, según fuentes de la investigación, no se había producido esa circunstancia, más común en algunos países de Latinoamérica, donde hay niños que conviven con la criminalidad de sus padres.

La llamada «Operación Boloñés» fue llevada a cabo por el Grupo de Secuestros de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y la Policía Judicial de la Comandancia de Castelló, con el apoyo operativo de la Unidad Especial de Intervención y otros grupos del cuerpo.

74.000 euros de un alijo de hachís

Todo comenzó cuando un grupo de italianos contactó a través de una intermediaria con dos marroquíes porque querían comprar una partida de hachís. Disponían para ello de 74.000 euros, que entregaron a sus suministradores como paso previo a recoger la droga que, supuestamente, estaba dentro de un coche estacionado en un lugar que los marroquíes les señalaron. Sin embargo, el coche estaba vacío, así que los italianos fueron en busca de sus timadores, pero solo encontraron a uno de ellos. El otro se había fugado con los 74.000 euros sin decirle nada a su compinche.

Para recuperar el dinero solo encontraron una solución: secuestrar al otro marroquí, y así lo hicieron en la casa de Torreblanca que compartía con un hermano. Fue este quien avisó a la Comandancia de la Guardia Civil de que se habían llevado a su pariente.

El hermano de la víctima recibió varias llamadas de los captores en las que le urgían a conseguir el dinero. De lo contrario, su familiar iba a sufrir alguna amputación, por ejemplo, de una mano, y otras agresiones. Los captores llegaron a hacer una vídeollamada en la que se podía ver a la víctima con la cara ensangrentada y alguna lesión más.