Con la casa a cuestas y cuatro hijos menores a su cargo (de 2, 6, 13 y 15 años), K.V., la mujer de 32 años víctima de agresión sexual y cuya dramática situación denunció Levante-EMV el pasado viernes, abandonó ayer por la mañana el piso de Burjassot en el que estaba acogida por su sobrina rumbo a un hostal de este mismo municipio por tiempo muy limitado. Una sola noche en una habitación de unos ocho metros cuadrados con tres camas para cinco personas. Este es el parche que ha logrado encontrar, a última hora, el Ayuntamiento de Burjassot para que la mujer y sus cuatro hijos no pasen la noche en la calle.

Con lágrimas en los ojos y la incertidumbre de no saber qué será de ella y sus hijos hoy mismo, mañana, pasado..., K.V. -protegemos su identidad al tratarse de una víctima de agresión sexual- recibe de manos de la encargada del hostal la llave de la habitación. Es consciente de que a las 12 horas de hoy la tendrá que abandonar. Para entonces, puede que los servicios sociales le hayan encontrado ya una alternativa, previsiblemente un albergue, o puede que no.

«Los niños son los que peor lo están pasando, están con ansiedad, y no sería bueno para ellos, principalmente para las dos mayores, que las metan en un albergue con más gente, muchos de ellos rechazados por la sociedad», explica K.V., quien agradece la ayuda que le están ofreciendo, aunque cree que el albergue tendría que ser «la última opción». «Tengo miedo por las niñas, están muy sensibles», explica. De hecho, a la mayor, de 15 años, tuvo que llevarla al hospital la noche de antes por falta de hierro.

La adolescente, que fue secuestrada por la guerrilla en Honduras, todavía arrastra las secuelas del terror, al igual que su madre, quien fue agredida sexualmente por el hombre para el que trabajaba cuidando a su esposa enferma en la localidad de Foios. «Eres una inmigrante sin papeles y yo un señor español», le dijo su agresor, quien la amenazó con un cuchillo y le dijo que si le denunciaba a la policía la iban a deportar.

Pese a ser condenado a 15 años de prisión y al pago de 6.000 euros de responsabilidad civil, la víctima no ha cobrado todavía ni un euro, al estar recurrida la sentencia. Ni la madre ni la hija han recibido asistencia psicológica que les ayude a superar las pesadillas que les ha tocado vivir. Es más, en el caso de K.V., al no ser su agresor su compañero o excompañero sentimental no se le considera víctima de violencia machista y por lo tanto está excluida de la red de asistencia de ayudas para este tipo de víctimas.

Los tres hijos mayores están escolarizados, pero el pequeño de dos años tiene que estar con su madre, ya que no le ofrecen posibilidad de guardería. Además, «el problema de que los metan en un albergue es que muchos tienen una estructura carcelaria y deben de abandonarlo por la mañana hasta la noche que pueden volver», según explica Vicente, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de Burjassot. «Lo que necesita esta mujer es que alguien le ofrezca un trabajo de más de un año para tramitar el permiso laboral en Extranjería», insisten.

La ayuda que no llega

Desde el 9 de agosto la familia está sin ingresos. El Ayuntamiento de Burjassot le concedió en junio la Ayuda de Emergencia Municipal para tres meses, renovables si las circunstancias por las que lo solicitó prosiguen. No obstante, solo ha cobrado dos mensualidades. «El dinero no le ha llegado y en ese caso no puede solicitar una nueva ayuda de emergencia», aclaran desde la PAH de Burjassot.

Sin este movimiento social, la mujer y sus cuatro hijos estarían ya en la calle. Sin ir más lejos, ayer por la mañana, cuando la mujer llamó al hostal que supuestamente le había buscado el Ayuntamiento de Burjassot para pasar la noche, la encargada le comunicó que su nombre no figuraba en reserva alguna y nadie le había informado de nada. Un escalofrío recorrió el cuerpo de K.V. en ese momento, ya con las maletas hechas y lista para dejar el piso donde su sobrina les ha estado acogiendo temporalmente. La llegada de los hijos de ésta y la necesidad de habilitar el dormitorio en el que hasta entonces habían usado K.V. y sus hijos, no le dejaba más tiempo de maniobra.

Finalmente todo se aclaró y tras hablar con el gerente le confirmó que alguien del Consistorio les había llamado el sábado -supuestamente el viernes ya lo habían acordado- para reservar una habitación por una noche, no más aunque hubiera plazas de sobra en el mismo alojamiento.