La tragedia era evitable. Así lo manfiestó el Consejo de Estado en enero de 2017, cosa que llevó a dar la razón a las familias de los fallecidos en el accidente del Yak-42 del 26 de mayo de 2003 en el que perecieron 75 personas de las que 62 eran militares españoles, 12 eran tripulantes ucranianos y otra de nacionalidad bielorrusa.

Precisamente la seguridad del avión fue objeto de polémica durante mucho tiempo. Mientras algunos abogaron por que el accidente se debió a las pésimas condiciones del avión, otros apuntaron que el siniestro había sido ocasionado por un fallo humano.

Así, según la sentencia publicada por el el Juzgado de Instrucción número 2 de Zaragoza el 12 de marzo de 2010, un error humano fue la causa del accidente del Yak-42. Este error lo fundamenta en «una maniobra desastrosa» del aparato y lo identifica así porque no se puedieron conocer otras circunstancias de la operación, ya que las cajas negras del avión no funcionaron y no permitieron «saber más», explicó uno de los letrados del caso, Eudald Vendrell.

No obstante, varios fueron los cambios que se produjeron tras el siniestro. Algunos de ellos fueron el cese de la cúpula militar en el momento del accidente, tras confirmarse el escándalo de las falsas identificaciones el 25 de junio de 2004; prohibir la contratación del transporte de tropas mediante de la Agencia de Mantenimiento y Suministro (NAMSA) de la OTAN; una instrucción del Jefe de Estado Mayor de la Defensa para que en todos los vuelos civiles con militares, un oficial redactara un informe sobre las incidencias surgidas; un Plan Especial de Inspección y Certificación para todos los helicópteros de las Fuerzas Armadas y el derecho por parte del Estado a inspeccionar técnicamente los aviones.

Tras el trágico suceso, el 17 de abril de 2007 se inauguró el primer monumento levantado en España en honor a las 62 víctimas. Está situado en el Paseo de la Constitución de Zaragoza y es obra del arquitecto José Manuel Pérez Latorre.