El reloj del móvil marca las 11:57 horas. Es casi mediodía en la Vall d'Albaida, según el GMT +1, huso horario establecido para este país en un día de marzo de 1940 por imposición de la dictadura de Franco. Una decisión tomada entonces para acoplarse al horario alemán y que ha traído cola en los últimos tiempos, ante los avisos de expertos acerca de los variados transtornos que supone para los españoles vivir a destiempo. Al llegar a Otos, uno comprueba enseguida este desfase contranatura. El reloj de sol que acompaña estas líneas, obra del artista Andreu Alfaro ubicada a la entrada de la localidad, así lo plasma: la sombra de su barra de acero se posa sobre las once, cerca de una hora de adelanto respecto a lo que marca el móvil. El reloj de sol es uno de los más de treinta que adornan Otos, localidad conocida y reconocida como la de mayor densidad de relojes de sol por habitante de toda Europa. Su Ruta dels Rellotges de Sol es su carta de presentación turística en forma de paseo por el casco urbano a través de sus relojes.

La iniciativa surgió en 2003. En una colaboración artística entre el polifacético vecino de Otos Joan Olivares y el albaidí Rafa Amorós, nació la idea de realizar en el municipio un museo al aire libre de relojes de sol, un artefacto sin utilidad material desde hace siglos, pero muy vinculado en lo cultural a la comarca de la Vall d'Albaida. Tras conseguir financiación por parte de la Unión Europea, el proyecto salió adelante con la participación de ocho artistas valencianos de primera línea: Andreu Alfaro, Manuel Boix, Antoni Miró... Completados los encargos, en 2005 se inauguraron esos ocho primeros relojes de sol en las calles de Otos. El catálogo original no para de ampliarse a partir de la iniciativa privada, de los mismos vecinos de la localidad, y las aportaciones de otros artistas, y ya superan los treinta ejemplares entre los que se encuentran al aire libre y los construidos en patios y jardines. «Ahora mismo estamos trabajando en un reloj que ocupará, como un mural, toda la fachada de una casa. Marcará la hora de Buenos Aires, en un homenaje a los vecinos y vecinas que emigraron a Argentina tras la plaga de filoxera de principios del siglo XX», cuenta Joan Olivares sobre el próximo proyecto relojero que verá la luz en el municipio.

Esta es la principal característica de los relojes de sol de Otos: como obras de arte, todos cuentan una historia. Se puede observar en los ocho que inauguraron la ruta de Otos: el costumbrismo estellesiano del Rellotge dels Pimentons, de Rafael Armengol; el homenaje al célebre bandolero Gatet d'Otos en Unió, de Elisa Martí; la reflexión sobre el paso del tiempo del Rellotge bicicleta de Antoni Miró... Y también en los que han sido esculpidos más tarde en las casas de Otos, concebidos como una forma de contar la historia del apellido a modo de particular escudo familiar. «Al principio, la iniciativa despertó cierta inquietud, por decirlo de algún modo. Algo normal en los pueblos pequeños. Pero la gente ha acabado asumiendo la Ruta dels Rellotges como algo propio, como parte de su identidad. Disfrutan de dar indicaciones a los visitantes, y de aumentar la colección con aportaciones propias», explica sobre ello Olivares.

El tópico de que en los pueblos, el tiempo pasa más despacio, toma forma literal en el caso de Otos con la Ruta dels Rellotges de Sol, una manera de mostrar la idiosincrasia de municipios como éste, cuyo atractivo es evidente cuando la tranquilidad es lo que más se busca. No obstante, iniciativas tan genuinas no son „ni buscan ser„ solución para la realidad de estas poblaciones, sobre las que se cierne una amenaza preocupante ahora, peligrosa a largo plazo: la despoblación. Los 458 habitantes con que cuenta Otos, todos ellos fotografiados en una de las paredes interiores del edificio consistorial, son unos 200 menos que la media histórica del pueblo, según explica Olivares. Y la media de edad es muy alta. El escritor lo tiene claro: «El turismo rural no es más que un parche. Impide que pase el aire, pero no es una solución a la despoblación. Pasa por plantear alternativas económicas viables, que en Otos es la agricultura». A la sombra del Benicadell, los relojes de sol de Otos esperan seguir teniendo vecinos a los que dar la hora.