Era evidente que la salida de Juan Carlos Fulgencio de la Delegación del Gobierno en la Comunitat Valenciana no había sido por voluntad del afectado ni con su acuerdo. Él mismo admitía en su despedida que su plan era continuar en el puesto.

Ahora queda claro que la destitución ha abierto grietas en la familia sanchista valenciana, de la que Fulgencio era uno de sus rostros visibles hasta ahora y que tiene como máximos y poderosos representantes al ministro y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, y a la secretaria general en la provincia de Valencia, Mercedes Caballero.

La elegida por el Gobierno (Ábalos fue quien se lo comunicó) como nueva delegada, la exalcaldesa de Sagunt Gloria Calero, forma parte del mismo grupo fiel a Ábalos, aquellos que se reconocen en «el espíritu de Xirivella» que impulsó a Pedro Sánchez a la batalla por recuperar el poder en el PSOE. Sin embargo, esas afinidades no han impedido que la ejecutiva del PSPV de la comarca de l'Horta Nord, de la que Fulgencio es el secretario general, haya cuestionado la decisión de apartarlo del cargo. Y que se haya hecho sin una información oficial sobre las razones, lo que ha disparado las especulaciones. En un comunicado, la ejecutiva manifestó ayer «el respaldo unánime» a Fulgencio y el reconocimiento a su labor al frente de la delegación. «Fulgencio ha hecho política, la de verdad, la que es útil, efectiva y transformadora», destaca el escrito.

La afirmación tiene su miga, ya que uno de los argumentos extendidos en los círculos socialistas es que el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha preferido un perfil más político para estos cargos. De ahí, que haya renovado a más de una decena. Con perfil «más político» se sobreentiende más colmillo y capacidad de enfrentamiento con quienes critiquen las políticas del Gobierno.

La ejecutiva de l'Horta Nord muestra su «extrañeza» por el cese de su secretario general, que se salió de la ejecutiva mientras se discutía el comunicado, y afirma: «Sabemos que nada es definitivo, que los cargos políticos son temporales y que siempre es posible lo que ha sucedido. Pero son inaceptables comportamientos que justifican una decisión -cuyos motivos reales ignoramos- pretendiendo desacreditar con absurdos escenarios a quien acepta con lealtad lo que plantea el partido». Algo así es el poder de la militancia.