«Todo lo que hagamos antes de una pandemia parecerá alarmista, y todo lo que hagamos después de una pandemia parecerá inadecuado». La frase, citada en Twitter por el directivo de la Cruz Roja Emanuele Capobianco estos días, define perfectamente la gestión del Covid-19. Suspensión de clases, de competiciones deportivas, de ferias, actos y reuniones€ A muchos les parecen medidas de choque exageradas, y a no pocos, insuficientes y tardías. Pero la historia y las matemáticas son contumaces, como lo demuestra esta «historia de dos ciudades», Filadelfia y San Luis, hace poco más de un siglo.

Fue en 1918, durante la mal llamada «gripe española». Aquella pandemia recibió tal nombre, que aún conserva, porque España, neutral en la I Guerra Mundial y por tanto libre de censura militar, fue uno de los países que más profusamente informó sobre la enfermedad. Dos ciudades abordaron de forma diferente el problema: mientras Filadelfia minusvaloró la epidemia y retrasó el cierre de colegios, prohibición de actos públicos y otras medidas, las autoridades de San Luis fueron más diligentes. Y la comparación entre ambos casos es toda una lección.

Los primeros casos de gripe española entre la población de Filadelfia -casi dos millones de personas en aquel momento- se registraron el 17 de septiembre de 1918, pero las autoridades no le dieron la importancia debida al brote y permitieron las grandes concentraciones de personas, especialmente un gran desfile en la ciudad el 28 de septiembre. El cierre de colegios, prohibición de reuniones y otras medidas de distanciamiento no fueron implementadas hasta el 3 de octubre, cuando el virus ya se había extendido y había empezado a desbordar los servicios de salud de la ciudad.

Dos semanas antes de que en Filadelfia empezasen a tomar medidas, las autoridades municipales de San Luis las declararon a instancias de los médicos. Dos días después de los primeros casos de gripe entre la población, la policía de San Luis ayudó al departamento de salud de la ciudad a hacer efectivo el cierre de colegios, iglesias y otros lugares de reunión, y se ordenó a los contagiados a guardar cuarentena en sus casas.

Mientras en Filadelfia se registró una tasa de mortalidad de 719 fallecimientos por cada 100.000 habitantes, en San Luis fue menos de la mitad: 347 por 100.000.

La clave de estas medidas, sea en 1918 como en 2020, es asegurar que la curva epidémica es suave (véase la de San Luis en la gráfica) y evitar así un «pico» como el que se produjo en Filadelfia. Lo que ocurre en ese «pico» es que el alto número de nuevos enfermos en un corto periodo de tiempo colapsa los hospitales, obligando a los médicos a realizar un triaje, una clasificación de los pacientes de acuerdo a la urgencia de la atención. Esta situación límite, que ya se ha dado en algunos casos en Italia estos días, empuja a los médicos a priorizar a los enfermos con mayores probabilidades de recuperación. Lo hacen ante la falta de recursos, como por ejemplo la escasez de máquinas de ventilación.

El principal autor del estudio centrado en estas dos ciudades norteamericanas, publicado en 2007, fue el científico estadounidense Richard Hatchett, asesor de los presidentes Bush y Obama e investigador del National Institutes of Health (NIH), la principal agencia gubernamental de salud de Estados Unidos

Precisamente Hatchett ofreció el pasado día 6 a la televisión británica Channel 4 una entrevista que dejó unos titulares inquietantes. «Esta es la enfermedad más aterradora que he visto en mi carrera, que incluye el ébola, el MERS y el SARS -aseguró-, y es aterradora por la combinación de lo infecciosa que es y una letalidad que parece ser muchas veces mayor que la de la gripe»

Añadió el doctor Hatchett que las medidas chinas fueron efectivas en Wuhan para mitigar el impacto del coronavirus, pero aun así se colapsó la sanidad, causando 2.400 muertes frente a los 1.500 por gripe en un año normal en esa zona. La ciudad china, de 11 millones de habitantes, se «paralizó por completo», recordó Hatchett, por lo que comparar esa situación con una guerra «es una analogía apropiada». Sin embargo, sin esas medidas, subraya el científico, habría sido todavía peor

En declaraciones recogidas por el periodista británico Matthew Bennett, Richard Hatchett recalcó que no habrá vacuna para el coronavirus al menos de aquí a 12 o 18 meses. «Hay mucha gente que enfermará y mucha gente que desafortunadamente morirá antes de que las vacunas estén disponibles», subrayó.