Los textos que publicamos en Levante-EMV son muy importantes para nosotros. Para mí, además, es una válvula de escape. Intento que la gente se ponga en nuestro lugar. Las guardias están siendo agotadoras porque hay más enfermos y cuando acabas y vuelves a casa, te das dos duchas: al salir del hospital y al llegar porque tienes la sensación constante de que todo es hostil, hay un miedo abstracto, como lo define mucha gente. Es un miedo a que esté en tu ropa, a llevártelo a casa...».

«Y luego cuando llegas a casa después de la guardia tienes que rehacer tu normalidad aunque el miedo al contagio no se va nunca. Intentas no pensarlo, pero lo haces. Tienes miedo de acercarte a tus hijos al principio. Luego te dices que ya está bien, que te has duchado dos veces, que las manos se están despellejando de tanto jabón y al final un abrazo de un hijo te puede curar todos los males. Te pasa e intentas disfrutar, pero una parte de ti siempre está conectada con la UCI, con la siguiente guardia, con el grupo de compañeros. Sabes que ellos están allí librando una dura batalla y quieres seguir conectada y estás dividida en dos».

«Pero por poner un punto positivo a la situación, decir que el coronavirus ha aumentado el compañerismo. Los intensivistas estamos acostumbrados a trabajar en equipo y ahora aún más porque sabes que la situación lo requiere. Hay mucho apoyo, colaboración, comentarios continuos entre nosotros y si uno no puede está otro, esa es la mejor parte».