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Los pastores no tienen quien esquile sus ovejas

Los pastores no tienen quien esquile sus ovejas

Los problemas de movilidad de los temporeros en Europa impide a ganaderos y pastores contratar a empleados de Polonia, Rumanía y Uruguay que todos los años vienen a las granjas de ovino - El sector empieza durante la primavera el proceso de afeitado para conservar la buena salud de las ovejas, aumentar su productividad y vender la lana

La falta de mano de obra en la agricultura y la ganadería, a expensas de los resultados que consiga el nuevo decreto del Gobierno para incorporar inmigrantes, parados y jóvenes, se acentúa en estos tiempos de confinamiento y de cierre de fronteras en toda Europa. Por eso,en oficios tan primitivos como el de esquilador de ovejas, trabajo ciertamente cualificado, es difícil contratar. Sus maestros campan por países como Rumanía, Polonia y, en otras latitudes más lejanas, Uruguay. Cuando llega la primavera son muy solicitados en el viejo continente pero este año debido a la terrible pandemia del covid-19 nadie sabe a ciencia cierta si podrán llegar a estas tierras íberas.

Así lo certifica Antonio Miguel Álvaro (Aras de los Olmos, 1961), hijo y nieto de pastores y ganadero que cuida y alimenta una cabaña de 700 ovejas en esta población del Alto Túria.

«Las empresas y cooperativas que contratan todos los años 'collas' de esquiladores para acudir a nuestras granjas no encuentran gente por los problemas de traslado de trabajadores procedentes de otros países», lamenta este autónomo de la España vaciada, presidente de la Agrupación de Defensa Sanitaria ADS ovino Alto Túria y muy preocupado también por el hundimiento de ventas y de precios de las carnes de ovino, caprino o vacuno.

La campaña del esquileo comenzará en breve en las explotaciones de ganados ubicadas en comarcas del interior de la Comunitat Valenciana aunque todavía no se saben si podrán llegar a tiempo cuadrillas especializadas de otros países. Este representante del sector ganadero de AVA-Asaja reclama que se facilite la llegada de trabajadores temporeros. Una falta de mano de obra que también reconoce la Asociación Española de Criadores de Raza Merina (Aecme), cuyo secretario general, Felipe Molina, no resta importancia a este problema porque el porcentaje de esquiladores extranjeros es grande. Si finalmente no pueden venir esos operarios estima que el esquileo, en vez de durar tres meses, se prolongará más de lo debido; es decir, cuatro o cinco. Y si no se esquila el exceso de lana, cuando llega el verano, aumenta el riesgo de enfermedades, de contagios y reduce la productividad en el caso de las ovejas de leche. «Sufren mucho calor cuando se acerca el estío. Antes de San Juan (24 de junio) hay que pelarlas», aclara Antonio Miguel Álvaro.

Un trabajo a destajo

Dos minutos por oveja. Es el tiempo que emplean tijera en mano (eléctrica) y con la maestría que solo dan los muchos años de experiencia los esquiladores. Son el primer paso de una cadena de largo trabajo artesanal que permite obtener la lana -aunque la mayoría es de importación- para ser utilizada como material para textiles.

Este oficio se mueve en cuadrillas de entre seis y ocho trabajadores que recorren explotaciones y granjas durante tres meses. No se aprende en centros de formación profesional. Se enseña de padres a hijos y hay pocos disponibles en toda la Comunitat Valenciana. «Los esquiladores trabajan de sol a sol y son capaces de pelar entre 200 y 250 animales cada día. Además de destreza -puntualiza este ganadero y pastor de Aras de los Olmos- se requiere fortaleza porque con una mano sujetas la máquina eléctrica de esquilar y con la otra, a la oveja; que puede pesar entre sesenta y ochenta kilos». Una jornada arranca a las 5.30 horas de la mañana y se prolonga hasta poco antes de cenar. Durante los cien días de campaña no paran.

Oviaragón es una cooperativa que presta estos servicios a muchas granjas de la C. Valenciana.

La lana, un negocio residual

En esta comarca del interior de València existen ya pocas explotaciones. Los tiempos cambian. En la actualidad quedan unas 6.000 ovejas repartidas en corrales de Aras de los Olmos, Chelva, La Yesa, Tuéjar o Alpuente, donde las granjas tienen una media de 400 cabezas. «El trabajo es duro porque la jornada laboral se repite todos los días del año. No hay festivos. De cinco primas hermanas que tengo solo pude ir a la boda de una. Las labores en la granja me impidieron ir a las otras», recuerda con nostalgia Antonio Miguel Álvaro. Y la lana ya da para poco. Esta materia prima se vende entre 0,25 y 0,30 euros por kilogramo y por cada oveja se saca alrededor de un kilo y medio de este producto. Y cada esquilador cobra entre 1,25 y 1,35 euros por animal. «¡Vamos, que no cubres ni el coste del esquileo, comenta el único pastor de este pueblo del Alto Túria.

El pelo de oveja se lleva a la industria. Aunque cada vez menos. Firmas como Esquellana, iniciativa de la entidad valenciana Lateuaterra.org, plataforma de crowdfunding dedicada a proyectos medioambientales, sí recupera lana de la oveja guirra. La Vall d'Albaida, Valle de Ayora, Camp de Túria y la Canal de Navarrés en València, La Marina Alta en Alicante y la Plana poseen 5.000 cabezas de esta raza autóctona.

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