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Fin de curso en línea

Alumnos del Campus de Gandia de la UPV llegan a la educación virtual más mentalizados y receptivos que las generaciones anteriores.

Petko Pavlov, Qi Zhang, Cristine Ruiz y Oumaima Hozal, en la residencia donde están confinados. JOSEP CAMACHO

Los universitarios valencianos, al igual que el resto de alumnos, vieron cómo a mediados de marzo, con la declaración del estado de alarma por la crisis del coronavirus, se les acababan las clases presenciales. No volverán a ver a sus compañeros hasta septiembre y les queda la difícil papeleta de acabar el curso lo mejor posible. La mayoría se confinó en sus casas con sus familias, pero otros, que estaban alojados en colegios mayores o residencias, continuaron allí, por diferentes motivos.

Es el caso de Petko, Oumaima, Cristine y Qi, del Campus de Gandia de la UPV. Los cuatro permanecen en su residencia, un complejo de apartamentos situado frente al aulario. Antes del estado de alarma estaba con sus 102 plazas ocupadas. Pero se fue vaciando y hoy sólo quedan 42 estudiantes. Se cerraron zonas comunes, gimnasio, biblioteca, salas de estudio o de juegos, excepto la lavandería, y se extremó la limpieza.

La directora de la residencia, Mónica Domínguez, ataviada con guantes y mascarilla, explica que el comportamiento de los estudiantes está siendo «ejemplar». «Apenas se juntan entre ellos, no hacen fiestas y están centrados en los estudios», señala. Eso sí, la residencia, a medio gas, ofrece un aspecto desangelado. Han cancelado las actividades de animación, como las «12 horas de música» que solían hacer en mayo.

En cuanto a la situación de los chicos, el caso más delicado quizá sea el de Petko (21 años) que estudia el último curso de Turismo y se gradúa este año. No obstante, cree que no saldrá mal parado porque, ante la hibernación de la economía, no tendrá que hacer las prácticas profesionales, suspendidas. «Mi tutor está muy pendiente», asegura. Le faltaría acabar el Trabajo Fin de Grado, donde investiga el turismo asociado a eventos de deportes electrónicos.

Estudios y Ramadán

Oumaima (19 años) llegó desde Rabat (Marruecos) para comenzar en septiembre el primer curso de Turismo. Pensaba marcharse durante las vacaciones de Fallas para visitar a su familia. De hecho ya tenía el billete comprado, pero lo tuvo que anular. Las fronteras siguen cerradas y no sabe cuándo podrá volver, porque en Marruecos también azota el virus. Estos días cumple el ayuno del Ramadán, etapa que dificulta un poco concentrarse para estudiar. También decidió acabar el curso en Gandia Cristine Ruiz (20 años), de Vitoria-Gasteiz. Estudia tercer curso de Comunicación Audiovisual mediante el programa de intercambio, ya que realmente procede de la Universidad Complutense de Madrid.

Qi (32 años), de origen chino trabaja en la Oficina Internacional que asesora a los alumnos extranjeros. Todos los estudiantes chinos de la UPV hacen un «curso puente» de español en Gandia, por lo que hay una comunidad importante de jóvenes, actualmente 64. Cuatro de ellos pudieron marcharse en un avión fletado por la embajada china. Desde mediados de febrero muchos chinos dejaron de acudir a las clases y se prepararon para lo que iba a venir. Ella ya vivió el brote de SARS en Pekín en 2003.

A todos les preocupa acabar el curso, pero también el mercado laboral en un futuro incierto. Mónica, de origen uruguayo y docente, les anima con una sonrisa: «En Latinoamérica tenemos experiencia en crisis, pero se puede salir reforzado, aprender y mejorar».

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