Cuatro días después de asumir la realización de los tests PCR a pacientes con síntomas sospechosos de la Covid-19, el rol de la Atención Primaria en la detección de la enfermedad va adquiriendo su lógica trascendencia. Lo que hasta el lunes era una labor exclusiva de los hospitales, hoy lo es también de los centros de salud, por fin actores directos en el seguimiento precoz de la enfermedad y en su control epidemiológico. «Estábamos totalmente preparados para asumir los test. Hasta ahora se hacían en el hospital y la diferencia es que ahora los hacemos directamente aquí, pero el diagnóstico ya lo daba el médico», explica Vicente Pastor, jefe de zona del Centro de Salud de Serrería, un buen referente para conocer el seguimiento de la Covid-19, por abarcar a una población tan concentrada y heterogénea como la de los barrios del Cabanyal, Canyamelar y El Grao.

Romper la cadena del contagio. Ese es el objetivo de los centros de salud una vez se han situado en primera línea para detectar al SARS-coV-2 con las PCR. «Cuando más gente identifiquemos, más fácil será evitar más contagios. Y la mejor prueba para localizar el virus y frenar su transmisión es la PCR, sin duda, porque nos dice quién está contagiado en este momento», explica Pastor, que atiende a este periódico junto a la trabajadora social Araceli García y la coordinadora de enfermería del centro, Ángela Núñez. Tres eslabones básicos en este trabajo colectivo que es localizar al virus para evitar que siga expandiéndose.

«Hay tres vías para detectar el virus con los test PCR. Una, es la de los pacientes que se presentan físicamente en el centro de salud informando que tienen síntomas. La segunda es la de aquellos que piden cita por teléfono por el mismo motivo y la tercera, la de aquellos que han llamado al número de la Generalitat o al 112 porque también sospechan de sus síntomas», explica Pastor.

La labor del trabajador social resulta transcendental en la nueva tarea que han asumido los centros de salud. Son los rastreadores del virus. Lo sabe bien Araceli García, que, además, trabaja con un espectro social muy variado: desde familias con un estatus económico medio-alto en el tramo más oriental de Blasco Ibáñez, con núcleos de población muy pobres que viven hacinados en sus casas entre el Cabanyal y El Grao. Es en las zonas con más población empobrecida y conflictividad social donde resulta más difícil rastrear al SARS-coV-2 . «Hacemos un seguimiento al entorno de cada paciente, es una labor fundamental para romper la cadena de contatio. Realizamos un estudio del entorno, porque hay casas en las que las familias viven muy hacinadas, con varias personas en 50 metros cuadrados. Hago una supervisión del entorno habitacional para ver si van a poder tomar las medidas de confinamiento adecuadas. Porque, por mucho que quieran, hay veces que es imposible hacer un aislamiento. No puedes aislar, porque no se pueden separar más de dos metros, comparten todo», explica Araceli.

«Realizar ese estudio a veces es muy difícil, porque en las bases de población igual te salen 6 miembros en una vivienda, pero en realidad hay más porque uno de los hijos vino con la mujer y con los 3 niños pequeños, por poner un ejemplo. Te encuentras con gente con una movilidad poblacional muy alta, porque van dónde hay trabajo. Igual una semana uno ha estado trabajando en la poda, otra ha ido recoger fruta en otro sitio. Entonces, de esas familias hay que tener una foto real, que no corresponde con la administrativa, la del padrón. Cuando se estudia realmente qué parentescos tiene el enfermo, quién de verdad vive en la casa en ese momento, en qué condiciones viven -si tienen lavadora, agua caliente o luz- ya sabemos cómo actuar para aplicar las recomendaciones. Y si les dices que no salen de casa, nos tenemos que asegurar de que no salgan», añade la trabajadora social de Serrería.

Desde el lunes, el centro de salud que ocupa el antiguo matadero de El Cabanyal ha realizado «cerca de una veintena de pruebas PCR para el SARS-coV-2», explica Ángela Núñez. La coordinadora de enfermería del centro advierte que la gran mayoría de pacientes que han sido testeados para el virus «es gente joven». «Aunque llevamos solo 3 días y no se pueden extraer cifras estadísticas», asevera el jefe de zona.

Como otros ambulatorios, Serrería se ha adaptado estructuralmente a la pandemia. Hay una zona habilitada para todo lo que está relacionado con la Covid-19 y otra para el funcionamiento habitual del ambulatorio, que ya empieza a vivir con normalidad lo que hasta hace unas semanas era una situación extraordinaria.