La confesión de Gian Piero Gasperini provocó una doble reacción, futbolística e institucional, del Valencia y de la conselleria de Sanidad. Mientras que el club de Mestalla manifestó su «sorpresa» por no tomar medidas preventivas, poniendo en riesgo, «a numerosas personas durante su viaje y estancia en València», la consellera Ana Barceló destacó de forma rotunda que «faltó responsabilidad» en el técnico turinés. Por otro lado, causa extrañeza que en la convivencia de una concentración, y en el contexto de una alarma sanitaria ya establecida, los síntomas manifestados por Gasperini una vez llegado a València no fueran detectados o considerados por su propio club.

En esa tesitura, la actitud de Gasperini ha sido desafiante. La Atalanta trató de matizar las declaraciones de su entrenador, con un comunicado privado a la Gazzetta dello Sport y al Eco di Bérgamo destacando que Gasperini no sufrió «ni fiebre ni problemas respiratorios» en los dos días, 9 y 10 de marzo, que estuvo en València. En esta misma semana, el pasado jueves, Gasperini concedió una entrevista a Sky Sports en las que reafirmó su versión y aseguró que la polémica generada por sus primeras declaraciones era «ofensiva y fea». Una opinión que, en privado, ha seguido manifestando a su círculo cercano, visiblemente enfadado con el club de Mestalla. Concretamente, a Gasperini le ha contrariado la sugerencia del Valencia de que la UEFA pueda investigar su caso. Una posibilidad remota pero paralela a la posibilidad de que la Federación Italiana imponga castigos a los clubes en el caso de que hubiesen ocultado positivos.

Entrenador de larga y variada trayectoria en Italia, Gasperini, de 62 años, siempre se ha comportado como un verso suelto en el Calcio. Tanto por su ideario futbolístico, con un gusto por el ataque que es contracultural en el país del «catenaccio», como por su posicionamiento público. Sus controversias con rivales han sido notorias y ha granjeado críticas de muchas aficiones, sobre todo en el sur de Italia. En su etapa en el Genoa, incluso, se reveló ante las amenazas de los aficionados ultras y reveló sus nombres y apodos en rueda de prensa. Estamos, por tanto, ante un entrenador sin reservas a la hora de expresarse y romper, como se ha visto en la controversia con el Valencia, la política comunicativa de su propio club, que optó por la cautela respecto al coronavirus.

Nunca indiferente en Italia, su figura en Bérgamo es adorada, indiscutida. Su presencia en el club ha transformado deportivamente a la Atalanta, convertida en el gran motivo de orgullo de una ciudad que ha sufrido su peor tragedia humana.