A finales de mayo muchas instituciones y proyectos dedicados a la predicción meteorológica publicaron sus pronósticos centrados en el verano climatológico. La conclusión más o menos fue unánime: en nuestro país el periodo estival pintaba más cálido de lo habitual y, en algunos puntos, seco. En ese momento el modelo de referencia para muchos organismos, producto del Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo, apostaba por un mes de junio ya caluroso que tendría continuidad en julio y agosto. Sin embargo, aún con el eco del bombo y platillo urdido para mediatizar estas predicciones, a principios de este mes un anticiclón -inesperado, claro- se asentó sobre la Península Escandinava y llevó al traste la mayor parte de las proyecciones.

Aquel centro de altas presiones, empezó a ejercer de escudo para las borrascas que en estas fechas habitualmente circulan por el norte de Europa. Algunas de ellas rebotaron hacia el sur y acabaron a las puertas de la Península Ibérica. Tenemos reciente uno de esos ciclones, que se profundizó en el Cantábrico de forma anómala siguiendo un proceso de ciclogénesis 'cuasi' explosiva. Esto sugiere que en cuestión de doce horas la presión mínima cayó cerca de 10 hPa; las castizas, sin el cuasi, suponen un descenso de al menos 18 o 20 hPa en 24 horas. Para los menos doctos en la materia, tal circunstancia deriva en rachas de viento muy fuertes que pueden levantar marejadas virulentas, como las sucedidas estos días en el Golfo de Vizcaya. En estas fechas, este tipo de borrascas son muy poco habituales en nuestro entorno, aunque parece que están cogiendo cierta afición a visitarnos. El año pasado también se acercó 'Miguel'. La cuestión es que con un chorro polar curvado por el anticiclón escandinavo, las masas de aire fresco han llegado con facilidad a la península y la predicción estacional de momento se ha ido al garete.

Acto seguido, podíamos escurrir el bulto y hacer como si no hubiéramos lanzado ninguna predicción semanas antes, o informar de que el escenario había cambiado y el inicio del verano climatológico no sería tan cálido como esperábamos. Algunos elegimos esta segunda opción. Esto ha supuesto algunas críticas por la contradicción en cuestión de semanas, pero a mí me gusta pensar que ha servido para que una parte del público entienda eso de que «las predicciones estacionales aún son experimentales» o que solo muestran «escenarios probables». Siempre avisamos, pero gran parte del público se queda con el titular y no lee la letra pequeña.