A las nueve en punto de la mañana de ayer, cuando el sol calentaba ya la mitad de la plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid, empezó el homenaje de Estado a las víctimas del covid-19. En un acto sobrio y aconfensional que invitaba al recogimiento, representantes de las instituciones españolas, con Felipe VI a la cabeza, las principales autoridades europeas, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y familiares de los fallecidos recordaron a los más de 28.400 muertos que ha causado la pandemia en España.

La ceremonia, en la que el Gobierno central quiso dar un papel preponderante a los sectores que luchan contra la pandemia, duró apenas 40 minutos y ofreció una imagen de unidad difícil de ver estos últimos meses. Participaron el Gobierno al completo, todos los presidentes autonómicos, representantes de los grupos parlamentarios y los exjefes del Ejecutivo menos Felipe González, que se excusó por razones de agenda. También asistieron una docena de representantes de todas las confesiones para remarcar el carácter ecuménico del acto. Solo fallaron Vox, por considerarla una «ceremonia exculpatoria» del Ejecutivo, y CUP, BNG, Bildu y ERC por estimar que es una manera de «blanquear» la Monarquía.

Presencia de la sociedad civil

Alrededor de tres quintas partes de los 400 invitados eran de la sociedad civil, entre ellos sanitarios, asistentes sociales, trabajadores de la distribución de alimentos y de todas las áreas más afectadas por la pandemia y el confinamiento. En el acto solo tomaron la palabra el rey, un hermano del periodista fallecido José María Calleja y Aroa López Martín, una enfermera del Hospital Vall d'Hebrón de Barcelona. «La memoria es un deber; el mejor homenaje que podemos hacer es mantenernos unidos en su recuerdo y construir el país que [las víctimas] hubieran querido compartir», dijo Hernando Calleja, el primero en hablar. Después, López Martín pidió no olvidar nunca la lección. «Ha sido muy duro, nos hemos sentido impotentes, con una sensación brutal de incertidumbre y la presión de tener que aprender y decidir sobre la marcha», relató. Y rogó: «Por favor, que el esfuerzo de los sanitarios no sea en vano».

En su alocución, el jefe del Estado subrayó la «deuda moral» de la sociedad con todas las víctimas, una deuda que obliga, dijo, al compromiso por la unidad. «Pongamos juntos, pongamos unidos toda nuestra voluntad, nuestra capacidad, todo nuestro saber, todo nuestro esfuerzo y empeño para poder mirar hacia el futuro con confianza y con esperanza. Y hagámoslo desde el respeto y el entendimiento», afirmó. Felipe VI deseó que «la determinación frente a la adversidad y el espíritu de superación del pueblo español» le haga «vencer las dificultades». «Las superaremos», concluyó.

Después de las dos intervenciones de los representantes de las víctimas, y antes de que empezara el rey, algunos de los asistentes, entre ellos los miembros del Gobierno y los presidentes autonómicos, depositaron flores blancas ante el pebetero situado en el centro de la plaza en recuerdo de las víctimas.

Cada autoridad iba acompañada de un miembro de la sociedad civil. La ceremonia acabó con un minuto de silencio. A la salida, apenas una quincena de personas esperaban ver pasar los coches de los miembros del Gobierno, a los que abuchearon mientras golpeaban unas cacerolas y usaban aplicaciones de móvil para aumentar el ruido.

Algunos dirigentes políticos se pararon ante los periodistas para hacer unas breves declaraciones, la mayoría sin opciones de preguntas. Quim Torra agradeció al Gobierno la organización del homenaje a las víctimas, porque ellas «se lo merecen todo».

Pocos minutos después se acercó a la prensa el líder del PP, Pablo Casado, que inició su corto discurso lamentando una vez más que no se sepa «el número real de muertos», ya que el Gobierno no lo ha «ajustado» a la cifra que manejan organismos como el Instituto Carlos III, que la eleva a más de 43.000. Añadió que, pese a ello, ayer era «un día para estar todos unidos».