El mundo rural es sinónimo de cultura y poner en valor su patrimonio es un factor necesario para la preservación de su identidad, para garantizar su mantenimiento y para el disfrute de generaciones futuras. A su vez, la cultura atrae al turismo, lo que abre una vía para la revitalización económica y para «equilibrar» la masificación de las costas.

Esta es una de las medidas incluidas en la declaración institucional del Consell Valencià de Cultura sobre el problema del despoblamiento rural, un exhaustivo informe en el que el CVC presenta una lista de propuestas en doce ámbitos para frenar la despoblación en la Comunitat Valenciana, que se ha agravado en los últimos años.

Tal y como se explica en el documento, los pueblos de interior presentan una densidad de población baja, junto con un crecimiento demográfico negativo y el envejecimiento de su población. Este fenómeno genera grandes desequilibrios respecto a las ciudades y «priva de derechos básicos a la ciudadanía, como son el transporte, la sanidad o la educación», advierte la declaración, que cita a Artur Aparici, profesor de Sociología en la Universitat Jaume I de Castelló y uno de los especialistas que comparecieron ante el CVC para la elaboración del informe.

La receta del Consell de Cultura

Entre las propuestas para «construir un mundo rural vivo», una de las más relevantes es la de potenciar la agricultura familiar como un antídoto contra la crisis climática. Por su «importancia estratégica en la dinamización del medio rural», es necesario protegerla de las «grandes explotaciones mercantiles y fondos de inversión». Según la declaración, este sector funciona como proveedor de alimentos «seguros y de calidad», así como creador de empleo e innovación.

Otra de las medidas es garantizar una educación pública «adaptada» y de «calidad», que incluya una atención de los 0 a los 3 años, y que se estudie la posibilidad de acceder a la formación completa. De esta manera, se podría «fijar y atraer a la población», no solo a familias con niños y niñas en edad de escolarización, sino también a equipos docentes con la creación de «bolsas de trabajo territorializadas».

Asimismo, el CVC pide impulsar un transporte «público, efectivo y adaptado», para que todos los ciudadanos puedan acceder a los servicios con las mismas condiciones. Algunas de las razones para llevar a cabo esta medida son el «aislamiento y la dispersión» y «la dependencia del transporte privado» al que quedan sometidas las personas que viven en el mundo rural.

En cuanto a la habitabilidad, que en algunas zonas más aisladas puede llegar a ser «ruinosa», el Consell Valencià de Cultura plantea «favorecer la rehabilitación y reforma de viviendas en desuso» y reducir «los impuestos de transmisión patrimonial y la revisión de plusvalías», entre algunas otras propuestas.

Resiliencia contra la Covid-19

La incidencia de la crisis sanitaria en los pueblos del interior de la Comunitat Valenciana ha sido inferior, pero el envejecimiento de la población ha convertido a sus habitantes en personas de riesgo. No obstante, según el CVC, el hecho de estar alejados de las grandes ciudades ha provocado que los infectados sean «atendidos más tarde».

El confinamiento también ha puesto en evidencia la desigualdad entre las zonas rurales y las zonas urbanas respecto al acceso a la red de Internet. Sin conexión, las posibilidades económicas y culturales se reducen, por lo que el CVC lo considera un «derecho básico». «En caso de emergencia sanitaria, esta conexión es mucho más necesaria y es esencial para el impulso de nuevas oportunidades económicas», destaca la declaración.

Para combatir esta desigualdad, el Consell de Cultura apuesta por garantizar una sanidad «digna y de calidad» y «una continuidad asistencial». Especialmente, se remarca el cambio de perspectiva que se ha producido en la ciudadanía durante la pandemia sobre el mundo rural, donde se ha visto que el confinamiento ha sido «más soportable y con más calidad de vida» en un entorno natural frente al urbanizado.

Feminizar el interior

El despoblamiento es juvenil y feminizado. Así se desprende del informe, donde se asegura que hay más mujeres que hombres que abandonan las zonas rurales, un espacio en el que son un colectivo «doblemente vulnerable» debido a que el trabajo en la tierra está masculinizado. «Ellas no suelen volver porque es más difícil incorporarse al mundo rural», recalca el documento.

Este hecho certifica un claro sesgo de edad y género: las mujeres jóvenes se marchan a los núcleos urbanos por «la ausencia de oportunidades, la carencia de servicios o la soledad». Además, son personas con un alto nivel de formación «que huyen de un entorno que continúa condenándolas a un papel subordinado».

Las observaciones contrastan con el papel que juega este colectivo en la organización y la creación de una red social en los pueblos del interior. «Allá donde han decidido quedarse, la presencia de mujeres a dinamiza las asociaciones de padres y madres, asociaciones culturales, cooperativas e iniciativas de desarrollo local», señala el documento.

Las propuestas del informe para frenar el éxodo femenino son, entre otras, incluir a las mujeres como perceptoras de la Política Agraria Comunitaria o aplicar y evaluar el Plan para la Promoción de las Mujeres del Medio rural 2015-2018. «Hay que romper la imagen de la ruralidad obsoleta y estática y atender las cuestiones de género de forma transversal», remarca el informe.