El anuncio de la primera vacuna contra la covid-19 en Rusia fue recibido la pasada semana con profundo escepticismo en Estados Unidos, uno de los países que más proactivamente se ha implicado en la carrera por encontrar una fórmula para inmunizar a sus ciudadanos. «El punto no es ser el primero con la vacuna», dijo el secretario de Sanidad, Alex Azar. «El punto es encontrar una vacuna que sea segura y efectiva para los estadounidenses y los pueblos del mundo». Los expertos sanitarios resaltan que la vacuna rusa solo ha cumplido con la primera fase de los tres ensayos requeridos, un criterio fundamental para comprobar su efectividad en decenas de miles de pacientes. Y desde la prensa se recuerdan otros episodios de juego sucio del Kremlin, como los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, en los que se acusó a Moscú de encubrir el dopaje de sus atletas.

El Gobierno estadounidense ha invertido hasta la fecha miles de millones de dólares en varias iniciativas público-privadas para tratar de encontrar la vacuna y asegurarse de que las primeras dosis serán para sus ciudadanos. A un narcisista como Donald Trump, muy necesitado de un golpe de efecto que le ayude a escapar de su desastrosa gestión de la pandemia, era previsible que el anuncio ruso se le atragantara. Pero como el país comprobó durante la carrera espacial, lo importante no es necesariamente llegar el primero, sino llegar más alto, lo que esta vez se traduciría en dar con una vacuna que realmente funcione. «No estoy seguro de qué pretenden los rusos, pero con toda seguridad yo no me pondría una vacuna que no ha sido probada en fase 3», dijo en las redes sociales Florian Krammer, un microbiólogo de la Facultad de Medicina del Hospital Mount Sinai.

«Nadie sabe si es segura o si funciona», añadió Krammer tras subrayar los riesgos que podría conllevar para la población rusa. Estados Unidos tiene actualmente dos de las seis vacunas que han entrado en la fase 3, según el informe de la Organización Mundial de la Salud que recopila sus avances. La primera está siendo desarrollada por Moderna en colaboración con los Institutos Nacionales de Salud y la segunda corre a cargo del gigante farmacéutico Pfizer. Hay otras tres que se espera que entren en la última fase en otoño. Estas dos primeras están siendo ensayadas en 30.000 pacientes cada una.

El doctor Anthony Fauci, el más respetado de los epidemiólogos que asesoran a la Casa Blanca, ha vaticinado que la vacuna de Pfizer podría aprobarse en octubre, mientras la de Moderna se espera que esté lista para su comercialización en noviembre o diciembre. Pero Fauci también ha advertido reiteradamente de que es muy probable que las vacunas solo sean parcialmente efectivas. «No sabemos si será efectiva al 50 o 60 %. A mí me gustaría que lo fuera al 75 % o más», dijo hace varios días. Lo que sí ha recalcado es que «muy probablemente» su país no utilizará ninguna inmunización procedente de Rusia y China, toda una muestra de la desconfianza que existe en Washington hacia ambos países. «Tener la vacuna lista para su distribución antes de haberla probado es como mínimo problemático», aseveró el asesor de Trump.