Fue el 8 de mayo, una eternidad. Aquel día, el ministro Salvador Illa y el doctor Fernando Simón dieron a conocer qué territorios lograban pasar a la fase uno de la desescalada. Pasaron pocas comarcas a aquella nueva vida mejor. Pero entre las que sí pasaron, se encontraba el departamento de salud de Dénia.

Aunque otras poblaciones del orbe con muy buenos datos de ocupación turística no aparecen entre las poblaciones de toda España con mayor impacto del virus. Solo Dénia. Fuentes sanitarias apuntan a la procedencia del turismo de Dénia, del centro peninsular, de áreas donde la covid-19 había golpeado más; o a las características urbanas de una ciudad muy extensa, con playas y urbanizaciones diseminadas a lo largo de 20 kilómetros muy difíciles de controlar; o a un modelo social basado en el amor por la calle.

El alcalde, el socialista Vicent Grimalt, cree que no se le puede echar la culpa al turista sino a una irresponsabilidad social en la que han colaborado autóctonos y foráneos. La Policía Local, muy activa, ha disuelto varias fiestas con decenas de jóvenes y se ha tenido que enfrentar a peligrosas noches estivales en las que había varios botellones a la vez: casi una juerga por playa. En cambio se han sancionado muy pocas terrazas hosteleras. Grimalt agrega que no se puede culpar de la situación al ocio nocturno porque antes de su cierre solo uno de los 15 rebrotes que acumula Dénia se produjo en un local de marcha; el resto fueron sociales (las fiestecitas) o laborales.