Se celebran estos días actos de conmemoración del aniversario de la DANA de la Vega Baja. Ahora hace un año una gota fría muy enérgica provocó el desastre. Se rompió el río y anegó campos y ciudades en el tramo bajo de este río tan singular, capaz de lo mejor y de lo peor. Un río que ha generado vida desde hace tantos siglos, pero que también se ha llevado tanto por delante cuando se enfada. El gobierno valenciano reaccionó de inmediato. Se puso en marcha un plan para establecer la hoja de ruta necesaria que convierta a esta comarca en un territorio adaptado al cambio climático y resiliente ante eventos extremos como el vivido hace un año. En tiempo récord se ha elaborado el Plan Vega Renhace, que recoge opiniones de colectivos, entidades, asociaciones de la comarca y prioriza una serie de actuaciones que deben, repito, que deben llevarse a cabo sí o sí en los próximos años. No existe un plan de estas características en nuestro país. Y encontramos muy pocos ejemplos de algo así a nivel mundial. Pero ahora viene lo más difícil. Las administraciones deben ejecutar en plazo breve las actuaciones contempladas. Y para ello deben ponerse de acuerdo. Deben olvidar rencillas políticas y arrimar el hombro, para favorecer a la población, las actividades económicas y el desarrollo territorial sostenible de una comarca. En otras palabras, vamos a comprobar la calidad de la democracia en la que vivimos con el desarrollo de este plan. Si en los próximos tres años no se han ejecutado, al menos, el 50% de las medidas previstas, y especialmente de las muy prioritarias, habremos fracasado como administración, en todas sus escalas y como sociedad. En vuestras manos, en nuestras manos está.