El 4 de septiembre nos dejó el doctor Carlos Carbonell Cantí. Desde el profundo dolor personal que supone la pérdida de alguien que ha marcado una huella indeleble en nuestra vida quiero iniciar estas líneas indicando que nos ha dejado un hombre bueno. Carlos nació en el seno de una familia profundamente universitaria, hubiera cumplido 73 años el próximo 22 de diciembre. Le gustaba decir que a su madre, con él, le había tocado la lotería.

Ser hijo de una gran personalidad universitaria y quirúrgica cómo fue el profesor Carbonell Antolí, lejos de ser una ventaja, supuso para Carlos un esfuerzo suplementario para dar siempre más de lo que se esperaba de él. Siguió la tradición quirúrgica de su padre, pero pronto, quizá para diferenciarse de su trayectoria como cirujano general, enfocó su trayectoria profesional hacia la cirugía cardiovascular y finalmente hacia la angiología y cirugía vascular. Fue el creador del servicio de cirugía cardiovascular del Hospital Clínico.

Como profesor universitario, y desde su puesto de profesor titular de cirugía, nos marcó el ejemplo de cómo debe ser un universitario: humano, docente, profesional… Su trayectoria universitaria estuvo siempre guiada por el ejemplo de su padre y del profesor Pascual Parrilla el cual siempre ha sido un «hermano mayor». Los alumnos lo adoraban, le encantaba dirigirlos y ayudarles durante sus periodos de prácticas clínicas. Este sentimiento es compartido por todo el personal del departamento de cirugía y de la facultad de medicina con los que mantenía una relación también entrañable. Era académico de número de la Real academia de medicina de la Comunidad Valenciana.

Como cirujano ha tratado a miles de pacientes y en ellos ha dejado su buen hacer profesional y de nuevo la impronta de un trato profesional y humano extraordinario, del cual han sido testigos en el Hospital Clínico Universitario de València y en el Hospital de la Malva-rosa.

Somos muchos los que nos consideramos sus discípulos, teniendo en cuenta que «maestro» es aquel que no sólo te inicia en una vida profesional sino que también es un referente fundamental en lo personal. Carlos me ha enseñado a ir por la vida como un caballero cirujano. Siempre ha estado dispuesto a ayudar con una actitud tremendamente generosa y con orgullo de las metas alcanzadas por sus discípulos y discípulas.

Un capítulo aparte merece su vertiente humana. Los que hemos tenido la fortuna de compartir con él situaciones muy diversas no hemos visto nunca un mal gesto ni una crítica. Al contrario, ha sido un ejemplo de humanidad con los enfermos, compañeros, subordinados, estudiantes y cualquiera que se lo cruzaba en su camino. La imagen típica de Carlos era la sonrisa y el comentario alegre y socarrón. Si conocía o intuía la existencia de un problema era el primero en acudir en ayuda implicándose hasta el final.

Una muestra de su grandísima categoría humana ha sido su actitud ante la enfermedad. He sido testigo e incluso diría que ha sido un privilegio ver su fuerza de voluntad, su resignación ante los acontecimientos adversos, su entereza, su tremendo respeto y agradecimiento hacia sus médicos siempre con el buen humor que le caracterizaba.

El primer reflejo de una persona es su familia y en este caso Carlos logró crear una familia admirable, desde su esposa Regina compañera de su vida, hasta sus dos magníficos hijos Carlos y Bea que son el reflejo de personas que han adquirido de Carlos lo mejor de su calidad humana. Puede estar muy orgulloso de ellos, ha «criado» dos personas maravillosas y una muestra de su categoría es el cuidado que han dispensado a su padre en un momento que lo requería. Absolutamente extraordinario. La saga continúa y su mayor deseo, que desgraciadamente no puede ver cumplido era volver a bañarse con sus nietos en su querida bahía de Xàbia, su paraíso terrenal, donde gustaba de navegar y compartir con sus amigos. Seguro que en la travesía eterna también va a ser un excelente navegante guiando su nave en un rumbo seguro.

Personalmente solo puedo decir que deja un hueco irreemplazable y con un ejemplo claro a seguir, como he dicho antes con una categoría humana altísima. Solo decirle que nuestra cita para comer un «steak tartare», su plato favorito, sigue en pie y que por supuesto me lo tomaré en su memoria.