María Burgal Martí se ganó un hueco en el mundo científico en plenos años setenta y ya no se separó de él hasta el pasado domingo. La valenciana, doctora en Química, fallecía anteayer en València a los 71 años de edad, dejando un legado profesional inigualable en el ámbito de la microscopía confocal y en la investigación de la esclerosis múltiple. Pero, sobre todo, deja un recuerdo imborrable a nivel humano, tal como recordaban ayer varios compañeros que durante años compartieron laboratorio con Burgal.

«Gran parte de lo que sé lo aprendí gracias a ella. Me hizo enamorarme de la microscopía», relata Alberto Hernández, responsable del grupo de microscopía confocal que Burgal comandaba en el Instituto de Investigaciones Citológicas de València y que posteriormente se reconvertiría en lo que se conoce como el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF). Allí compartió casi quince años con ella y fue testigo de excepción de como Burgal «introdujo los primeros microscopios confocales» en la Comunitat Valenciana, hasta que el ERE de 2011 acabara con el puesto de Burgal.

Se trata de la que hoy es la herramienta más extendida e «indispensable» para la investigación biomédica. «Ella fue la precursora de esta técnica, la vio venir y la introdujo» a nivel autonómico y nacional, recuerda Hernández. De hecho, el primer equipo que llega a España lo hace de su mano a la Universitat Politècnica de València (UPV). Y lo mismo sucede con el microscopio 4 Pi. «Gracias a su reputación se concede una ayuda de la Unión Europea para poder comprar el equipo», un hito en la ciencia valenciana.

Fue en 2007, y la importancia de aquel microscopio reside en su capacidad para «traspasar la barrera física de la resolución óptica», en palabras de Hernández. Es decir, ver lo que antes no se podía. La propia Burgal lo explicaba entonces en declaraciones a Levante-EMV: «Romper una célula para estudiarla es como destrozar una ciudad con un terremoto; se queda desolada y en unas circunstancias muy difíciles para estudiar lo que hay en su interior. La ventaja de la microscopía confocal es que permite trabajar con células vivas y hacer secciones virtuales, sin necesidad de cortar las células, para estudiar las conexiones con otras células».

La otra gran pata de su trabajo fue la investigación de la esclerosis múltiple, una enfermedad sobre la que, como hiciera con las células, quiso poner la lupa y darla a conocer cuando todavía era una gran desconocida. Aplicó sus conocimientos en microscopía para poder ver la estructura neuronal de los pacientes y detectar «los daños en el cerebro y en el sistema nervioso periférico», apunta Nacho Ventura, compañero de Burgal en el CIPF. Lo hacía además teniendo en cuenta siempre al paciente, con quien se «involucraba emocionalmente», destaca la doctora Elena Bendala. Ventura trabajaba en el campo de la inmunología, por lo que no tenía un trato tan estrecho con la doctora, si bien detalla algunos aspectos personales. «Era una persona excelente, sobre todo en el trato con sus trabajadores. Todavía recuerdo su dulzura, su coleta recogida y sus ojos claros. Era todo bondad, una persona entrañable», incide Ventura.

Es el mismo recuerdo que tiene de ella Rubén Moreno, director del Príncipe Felipe entre 2002 y 2011. «Era una gran investigadora pero sobre todo una gran persona con un gran talante. Sabía trabajar en equipo, algo fundamental en ciencia», concluye Moreno.