Docenas de falleros acudieron a la plaza de la Crida, frente a las Torres de Serranos, como una forma de reivindicar sentimentalmente el inicio de la fiesta. A la vez, en algunas demarcaciones se escucharon fuegos artificiales a las ocho de la tarde. Fueron las únicas señales visibles, junto con los primeros balcones y puertas de casal ya engalanados, para reivindicar la condición de ser fallero.

Sin embargo, en el aspecto social hay urgencias mucho mayores. Y éstas pasan por la articulación de las nuevas ayudas económicas a las comisiones. Sobre todo, después de que haya pasado ya más de un mes desde que se acordaron en el pleno municipal y aún no han salido las bases de las mismas. Y, sobre todo, recordando que la versión 2020 de esta ayuda, la que supuso transferir un 37,5 por ciento del coste declarado de las fallas, se decidió y anunció en un visto y no visto. Hasta ahora, la ayuda municipal extraordinaria es de un 5 por ciento. Todas las entidades civiles de la fiesta consideran esta inyección indispensable para poder sostener la pervivencia de las comisiones (sobre todo, para afrontar los gastos fijos y los compromisos contractuales de los artistas falleros) y además, para no sobrecargar a los abonados del pago de cuotas que no tienen ningún tipo de retorno. En ese sentido, el razonamiento del presidente de la Interagrupación, Guillermo Serrano, es el reflejo de la sensación: «si no hay falleros, se desmorona todo lo demás, incluyendo los sectores profesionales que viven de la fiesta. Queremos que se salven todos, pero para eso no podemos permitir que se pierda más censo fallero». De momento ha caído el once por ciento, una cifra que no se había perdido ni en la crisis económica de 2008.