El primer fin de semana que dejaba atrás el perimetraje de las ciudades de más de 50.000 habitantes salió nublado y con viento. Ayer, sin embargo, a una temperatura de 23 grados y con un sol radiante de primavera, la gente se echó a la calle. Literalmente. La playa llena, las terrazas a reventar con vecinos esperando su turno y el paso marítimo con actuaciones en directo amenizando la mañana a quienes disfrutaban de la vida al aire libre. Es tiempo de fallas sin fallas y los vecinos tomaron el centro de València como si la pandemia ya hubiera pasado, aunque las mascarillas se encarguen de recordar que el virus sigue ahí. Hasta la afluencia en los parques llamaba la atención.

«Que ganas tenía de esto», en referencia a tomar una cerveza o un aperitivo en una terraza; «necesitamos salir y pasear» o «hay que aprovechar que nunca se sabe cómo van a evolucionar las medidas» fueron frases repetidas en una mañana donde era difícil mantener las medidas de seguridad impuestas por prevención ante la afluencia de personas dispuestas a disfrutar del buen tiempo. Y es que hace un año, un 14 de marzo de 2020, se declaraba un estado de alarma que aún continúa aunque la ciudadanía, 365 días después, salió a la calle con sonrisas bajo las mascarillas y sin temor a una cuarta ola.

«Ahora tenemos que aprovechar al máximo porque los vecinos tienen ganas de consumir y nosotros necesitamos facturar». Así respondían los camareros de varios restaurantes de primera línea de playa en la Malva-rosa, preocupados por atender a sus clientes de manera rápida para no perder ninguno. Hoy reabren el interior de los locales al 30 % pero «a nosotros no nos afecta demasiado esa medida porque hoy (por ayer) es cuando podemos hacer caja. La hostelería de los polígonos industriales seguro que necesita la apertura en los interiores, o locales del interior que carezcan de terraza pero para nosotros la prioridad son los festivos y las terrazas al 100 %».

Así, la hostelería que no está junto a la playa sí ve un respiro a la reapertura en el interior de los locales. «Toda medida que nos den en la desescalada es bien recibida porque estamos arruinados. Las ayudas que nos han dado no nos han resuelto el problema porque yo he tenido que despedir a un trabajador y aún tengo a otro en Erte», afirmaba Lola, gerente del bar Els Carinyets, tras asegurar que «ahora mismo me vendría genial poder aplicar las nuevas medidas de la desescalada porque tengo cola y malas caras por no poder ampliar la terraza o no dar un servicio más rápido. Tenemos muchas inspecciones y solo nos falta una multa, pero hay clientes que no lo entienden».

Y es que hasta hubo quien se enfadó con el sector hostelero por cumplir las medidas a rajatabla y no colocarles alguna de las mesas apiladas ya que las terrazas estaban al 75 % y con un máximo de 4 personas por mesa.