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Un semestre de trituradora política

Cinco caídas: las de Ábalos en el PSOE, Bonig en el PP, Cantó en Ciudadanos, Davó en Podemos o la desaparición del viejo Bloc recomponen la política valenciana - Todos los partidos han sufrido turbulencias desde que comenzó el año

Pedro Sánchez junto a José Luis Ábalos en un pleno en el Congreso antes de la covid. efe

Cinco momentos. El primer semestre del año se ha llevado por delante desapariciones estelares de la primera línea que han convertido la política valenciana en un torbellino. Todos los partidos, los tradicionales y los que enarbolaban la bandera de la nueva política, se han visto afectados por los movimientos. Pocas veces seis meses dieron para cambiar tanto.

Isabel Bonig y Toni Cantó ambos desaparecidos de la escena política valenciana. efe

El más cercano en el tiempo es la repentina e inesperada salida del Gobierno y de la secretaría de Organización del PSOE del hasta el pasado sábado ministro de Transportes José Luis Ábalos.

Su desaparición de la primera línea, al menos de momento, tiene una gran incidencia en la política valenciana porque parece dejar expedito el camino del presidente de la Generalitat y líder del PSPV, Ximo Puig, hacia la renovación de su liderazgo el próximo noviembre. La caída de Ábalos deja desarmado al sector que abanderaba el exministro, quien había sido el principal escudero de Sánchez en el Gobierno, en el partido y en la travesía tras la defenestración del actual líder del PSOE en octubre de 2016.

Movimiento que refuerza a Puig

El movimiento también refuerza la cercanía entre el jefe del Consell y el presidente del Gobierno. El guiño de que València sea sede del próximo congreso federal lo avala. Puig es uno de los barones más cercanos políticamente a Sánchez y que más le ha apoyado con los indultos del ‘procés’.

Y en paralelo, el movimiento genera un nuevo referente a la hora de anticipar futuros liderazgos, el de la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant.

El nuevo liderazgo popular

No es que han cambiado las tornas en el principal partido del gobierno. También la derecha se ha reposicionado. Los populares han renovado su liderazgo autonómico después de que la dirección nacional apartara ala anterior presidenta, Isabel Bonig, la víspera de la jornada electoral en la que barría en las autonómicas de Madrid la nueva musa de la derecha española, Isabel Díaz Ayuso.

A la expresidenta popular le fueron segando la hierba bajo los pies hasta dejarla sin apoyos en el congreso autonómico y forzar su retirada, como así ocurrió. La renovación de los liderazgos provinciales ya había dejado sin apoyos a Bonig. Y cuando la portavoz en València, María José Català, dijo que ella no sería obstáculo para la renovación y se convertía en la futura número dos de Carlos Mazón, los días de Bonig estaban contados.

El ascenso de Mazón tiene ya efectos prácticos en la política valenciana. El giro del partido, que ha reingresado en la plataforma por una financiación más justa que rechazaba Bonig, y el alineamiento con el sector más duro del PP frente a los barones moderados como el gallego Núñez Feijóo o el andaluz Moreno Bonilla con los que sintonizaba Bonig; o el discurso muy cercano al de Díaz Ayuso, sobre todo con la bajada de impuestos, completan el giro de estas semanas.

Dos meses antes se producía el hundimiento de Ciudadanos, agravado en la Comunitat Valenciana con la salida de su líder, Toni Cantó, hacia el gobierno autonómico de Madrid, en el que tras tres meses de espera encontró un destino dorado de 75.000 euros anuales para dirigir la oficina de promoción del español, un «chiringuito» que abochorna a muchos de los que fueron sus compañeros en la Comunitat Valenciana. Tras una espantada de las Corts digna de un Goya, según quienes colaboraron con él, Cantó se lanzó en brazos de Díaz Ayuso. Luego vino su exclusión de las listas por decisión judicial y su recolocación en uno de los chiringuitos políticos que tanto criticó.

Pese a la recolocación, Cantó se ha postulado en varias entrevistas para ocupar puestos en el futuro en el PP autonómico o municipal en València ciudad, lo que puede darle algún dolor de cabeza al PP de Mazón. Cantó es una figura que puede resultar incómoda para buena parte de las bases, como se vio en el congreso autonómico del PPCV cuando apareció de la mano del líder nacional, Pablo Casado, y entre los populares hubo quien frunció el ceño.

El derrumbe de Cs

El recorrido que pueda tener Cantó en un futuro en la política valenciana está por ver. Pero lo que sí se ve es que es un perfil capaz de agitar el patio popular en cualquier momento. No solo Cantó ha desaparecido de la escena valenciana. Tras su marcha, el grupo parlamentario que dirigía en las Corts tardó unas pocas semanas en saltar por los aires. Las predicciones se cumplieron muy pronto.

Cuatro de los diputados más cercanos al PP se convirtieron en tránsfugas el mismo día en que el presidente popular, Carlos Mazón, desembarcaba en València.

Un guiño claro, ya que le ofrecían en bandeja el estallido del grupo parlamentario de Cs, el tercero de la cámara en ese momento. Apenas unas semanas después saltaba también el quinto diputado de Ciudadanos, una baja con un único objetivo: evitar que el Botànic y Ciudadanos, que entonces sumaban 66 diputados de 99 pudieran aprobar la reforma de la ley electoral que bajaría al 3% el listón electoral para acceder a las Corts en las próximas elecciones. Desde entonces, la propuesta de reforma legislativa que el Botànic presentó ha entrado en hibernación porque ya en ningún caso tendrá apoyos suficientes.

Cambios en Podemos

En enero, la coordinadora de Podemos en la Comunitat Valenciana, Pilar Lima, se hizo con el control del grupo parlamentario de Unides Podem en las Corts, apenas seis meses después de imponerse en las primarias por un estrecho margen frente a Naiara Davó, que fue apartada como síndica mientras criticaba intereses personales de su rival interna.

Lima llegó para imponer un discurso más duro y poner en el foco una mayor exigencia en el cumplimiento de los acuerdos del Botànic. Sobre todo los socialistas temieron un socio más beligerante, algo que no se ha producido. En el grupo parlamentario, que era muy favorable a que Davó siguiera de síndica, aseguran que una cosa es el relato y otra la realidad con la que se ha topado Lima. Desde la salida de Davó se han sucedido señales que muestran que el grupo está roto, aunque desde el partido aseguran que esa situación no se reproduce, sino al contrario, en el partido, donde esta semana se ha ampliado la ejecutiva sin votos en contra.

La beligerancia no ha aparecido. Ha ayudado la caída de Pablo Iglesias y que las nuevas referentes en el partido, Ione Belarra, y en el Gobierno, Yolanda Díaz, hayan mostrado formas más digeribles y que la vida en el Ejecutivo central resulte ahora más sosegada.

La refundación del viejo Bloc

Para rematar el semestre, la desaparición del viejo Bloc, que se ha refundado en Més-Compromís, también ha agitado la vida interna en la coalición valencianista. El importante rechazo que generó el cambio de nombre entre las bases, que alcanzó el 43 % en el congreso de junio demuestra las reticencias al cambio, que busca abandonar el viejo marco nacionalista y sustituirlo por un discurso más social que permita hacer de Més-Compromís una opción capaz de llegar a nichos electorales hasta ahora vetados al Bloc.

Una década del sacrificio de Camps como presidente «por unos trajes»

La inestabilidad política no es nueva. Francisco Camps parecía tenerlo todo a su alcance para ser el sucesor de Mariano Rajoy al frente del PP, pero Gürtel truncó su carrera. Se va a cumplir una década de aquel 20 de julio de 2011 cuando Camps dimitió como president de la Generalitat en lo que él mismo calificó como un «sacrificio personal, político y familiar» para que Mariano Rajoy pudiera alcanzar La Moncloa, algo que ocurriría a final de ese año. Lo hizo por la «causa de los trajes», por la que meses después fue absuelto junto a quien había sido su «número dos» en el PPCV, Ricardo Costa, con el que acabó enemistado tras la decisión de rebelarse contra el partido por convertirlo en «cabeza de turco». Costa sí acabó años después tirando de la manta.

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