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Un artista forjado en el puerto

A sus 91 años y aún en activo, López atesora una de las colecciones de maquetas de barcos más importantes de España

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Joaquín López, coleccionista de maquetas de barcos Miguel Ángel Montesinos

Sobre su espalda recae el peso de ser uno los últimos carpinteros de ribera con vida en suelo valenciano, una responsabilidad que él asume volcado en intentar transmitir a los más jóvenes sus conocimientos sobre los entresijos del oficio. A los 91 años, Joaquín López Martínez se mueve por su taller con el envidiable nervio de un chaval. Cada mañana se levanta a las seis y, sin la ayuda de ningún despertador, se planta como un clavo en su estudio, en plenas las dependencias de la Autoridad Portuaria de València. Allí, a tiro de piedra del mar, continúa trabajando la madera con sus herramientas, como no ha dejado de hacerlo en las últimas ocho décadas.

Operado de cataratas y ayudado de su bastón, este histórico calafate del barrio marinero del Cabanyal sigue engrosando con sus creaciones una de las colecciones de maquetas y dioramas de barcos más importantes de España. Sus diseños deslumbran por el nivel de detalle y por su semejaza con los originales, pero también por su precisión y magnitud.

«No es un pasatiempo, es una obligación». Es lo primero que López advierte al periodista antes de iniciar el recorrido explicativo por una quincena de sus maquetas, perfectamente conservadas en las instalaciones de la Autoridad Portuaria y el Edificio del Reloj, donde pueden contemplarse. Iniciado como aprendiz en la construcción artesanal de embarcaciones en madera cuando apenas sumaba 11 primaveras, López perfeccionó su técnica y sus conocimientos en diversos astilleros y se jubiló en la Unión Naval de Levante. Ahora, con el oficio de calafate prácticamente extinguido, sigue cultivando sus dotes con la recreación de miniaturas de barcos a escala, aunque su verdadero empeño está puesto en que otros aprendan el proceso para que la técnica no caiga en el olvido. Por eso ha publicado dos libros donde desentraña los secretos de la carpintería de ribera, que ya enseñó como maestro en la Escuela de Artes y Oficios.

La pasión por los barcos en Joaquín era inevitable. La casa en la que nació fue antiguamente un taller de carpinteros de ribera. Sus dos abuelos fueron marineros: uno murió en el golfo de León al naufragar su velero por una borrasca y al otro le fue concedida una medalla por salvar a los compañeros con los que navegaba tras zozobrar su embarcación.

El artesano comenzó a construir maquetas a finales de los 70 junto al experimentado portuario José Carrión (ya fallecido), con la idea de recopilar todas las embarcaciones que navegaban por el Golfo de Valencia para el futuro museo marítimo, en cuyo germen colaboró como asesor en los años de Ramón Izquierdo como alcalde. Después de varias décadas, el proyecto sigue pendiente y López teme no llegar a verlo culminado. «Siempre nos han hecho promesas que luego no se cumplían. Dicen que València está de culo al mar y es verdad: solo se acuerdan de la playa en verano», lamenta. De momento, el ayuntamiento ha licitado las obras de una de las tres sedes del museo.

Pieza a pieza, a base de mucha paciencia, el calafate puede tardar desde un año hasta cinco en acabar una maqueta, porque no se deja ni el más mínimo detalle y tabaja en varias construcciones a la vez con tremenda precisión. Llauts, faluchos, goletas, bergantines, balandras... Ningún tipo de embarcación se resiste a las manos de López, aunque la joya de la corona de su colección es la Coca de Mataró, un barco medieval llamativo por su rareza y sofisticación.

Hasta el más mínimo detalle

El carpintero reproduce los diseños de la nada, con la simple observación externa, sirviéndose de referencias, del conocimiento adquirido de los marineros y de sus antepasados, de su propia experiencia y, sobre todo, de su prodigiosa imaginación. «Cada barco se diseña de una forma, según cuál sea su uso de navegación», cuenta López.Él mismo dibuja el plano a escala del que surgirá la recreación, con todos los elementos exteriores e interiores. Desde la pieza más grande hasta la más pequeña herramienta. En la colección también hay algún buque de guerra, aunque Joaquín admite que son los que menos le gustan. «Las guerras traen malas consecuencias», observa poco después de haber recordado que a su padre lo encarcelaron tras la Guerra Civil.

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