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"La universidad me ha hecho volver a nacer con otra edad"

Socializar y activarse son sus objetivos principales

Manuel, Francisca, Marta y Joaquín, en el claustro de La Nau en València. | F BUSTAMANTE

Manuel Andreu es de Alboraia, en su juventud solo pudo terminar la Primaria antes de empezar a trabajar con 17 años. Pasó toda su vida laboral en una fábrica cervecera y hace unos años sufrió un accidente de moto que le dejó con una incapacidad. Ya jubilado, decidió lanzarse a un sueño que parecía imposible. «Tengo que mantenerme activo, no puedo quedar inactivo sin hacer nada», se dijo. En esas estaba cuando encontró el programa La Nau Gran, de la Universitat de València (UV). Y se lanzó.

«El primer día que entré por la puerta de la universidad se me puso la piel de gallina. Fue como entrar a una catedral. Pensé: ‘estos chavales, qué suerte tienen de poder venir’», rememora para Levante-EMV. Lo que no sabía era que, para él, en ese momento, la suerte también acababa de cambiar para mejor. Ese fue su inicio de un camino que ahora, después de la pandemia, llega a su tercer año de recorrido. Si todo va bien, este curso terminará sus estudios y quién sabe si luego decidirá apuntarse a un itinerario más.

Un compañero suyo, Joaquín Castillo, reconoce que lo de ser adulto mayor y estudiante «tiene un poco de adicción». Él, que ahora asiste a Pensamiento y Cultura de la Antigüedad Clásica, explica que termina las clases y se marcha a casa a repasar apuntes y leer el temario. Cuando se levanta, mientras desayuna, hace lo mismo.

Y aparte de eso se mantiene en conexión con gente de su entorno. «La socialización ha sido muy importante y además somos alumnos muy participativos», expresa Castillo, reivindicándose.

Cerca de 1.000 mayores de 55 años forman parte de ese programa, que cuenta con nueve «itinerarios» diferentes de tres años cada uno y dos programas de «altos estudios». Ninguno de ellos tiene el rango de validez académica de un Grado o un Máster. También es así en el resto de 50 programas similares que hay en el resto de España.

«Pero a esta edad ya no tenemos titulitis», comenta Marta Fernández, una vallisoletana que se jubiló hace poco después de 40 años como profesora de Secundaria y que, tras mudarse a València hace dos años, ha encontrado una segunda juventud. Es prácticamente una chica nueva en la ciudad.

«He encontrado amigos, he encontrado una razón para levantarme cada día, para vestirme cada día. Parece una tontería pero eso, psicológicamente, se refleja. Una persona cuando se deja es porque no tiene ilusión y la ilusión es la que lo mueve todo», reflexiona. «Jubilarse viene de júbilo, que es alegría, así que yo me lo he tomado de esta manera», recalca Fernández. Se enorgullece, además, de aprender a «manejar el aula virtual y las redes sociales». «Te hace volver a nacer con otra edad y otro poso», confiesa.

Precisamente la Xarxa Vives d’Universitats y la Fundació Pere Tarrés publicó esta semana un estudio en el que concluía que los programas universitarios para mayores mejoran «la salud física y mental» de las personas que los cursan. En el estudio se incide que además es un colectivo todavía más «feminizado» que los universitarios comunes. Muchas de las mujeres que se atreven a ir a la universidad no tuvieron la oportunidad de hacerlo de jóvenes.

Una de ellas es Francisca Fernández, que no para de decir a sus amigas de un barrio de València «que se apunten» con ella a la universidad. «Yo estoy encantada, me ha dado mucha vida. A veces con la edad te piensas que sabes y te das cuenta que más vale no creerse por encima de nada, que es mejor escuchar», incide esta alumna.

La pandilla de los mayores

Francisca es la única de los cuatro que se ha atrevido a juntarse con los estudiantes de Grado. «Me he tomado varios cafés con alumnas de mis clases», reconoce. Marta le contesta que tiene la sensación de que si hace eso la considerarán una «acoplada». Y Francisca, con menos vergüenza, le responde que «de acoplada nada». «Que me lo dijeron ellas que fuera a su mesa», bromea.

En cualquier caso y aunque por lo general «la mayoría de estudiantes son súper majos» —lo dice Francisca pero lo piensan los cuatro entrevistados—, ellos son el grupito de los mayores. Pero son un grupito universitario con todas las de la ley: «Media hora antes de clase quedamos para hacernos un café o una cerveza, hablamos de política, de cultura, de lo que sea», cuenta Manuel.

Una «deuda» generacional

«Es un trabajo muy gratificante, me siento una persona afortunada», asegura la técnico de Itinerarios de La Nau Gran, Laura Mateu.

La universidad para mayores también está presente en otros puntos de la C. Valenciana. Otro programa de la UV, Unisocietat, lleva el conocimiento a 13 localidades. Entre ellas está Ontinyent. Antes de la pandemia tenían allí unos 270 alumnos, una cifra que el director de ese campus, José Cantó, prevé recuperar «en un par de años». «Yo creo que es una deuda de nuestra sociedad con gente que, por las circunstancias, no pudo estudiar. Es una manera de retornarles algo en paz», concluye.

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