Varias cuestiones de la más rabiosa actualidad me hacen pensar en que parece conveniente aclarar algunos conceptos. En algunas ocasiones, cuando los pronósticos del tiempo que hago a diario en Radio Alcoy se han cumplido he recibido comentarios elogiosos en el sentido de que lo he adivinado. Prefiero en este caso el concepto de acertar en un pronóstico, porque eso de adivinar no parece basarse en ningún método científico o emperico constatado, sino más bien tener la suerte de que coincide lo pronosticado con lo que realmente pasa, por puro azar. Para que me entiendan, voy a poner el ejemplo en el que desde todos los medios se sigue insistiendo, el del joven cabañuelista que pronostica una nueva Filomena para el 24 de enero de 2022. Los cabañuelistas no suelen arriesgar tanto y funcionan más con esas previsiones vagas, como las de los horóscopos, y hacen coincidir lo que suele pasar por clima promedio con lo que puede suceder en el tiempo previsto. La gran jugada del “joven meteorólogo”, como lo llaman sin empacho los que no llamarían joven medico a un curandero de 14 años, es apostar por un día concreto del que, por razones personales, me voy a acordar. No es descabellado que acierte en algún lugar de España o, al menos, del hemisferio norte, porque en esas fechas eso puede pasar. No obstante, si ese fenómeno se produce podemos decir que lo ha adivinado por puro azar, porque nada de lo que sucede en un día de agosto tiene que ver con lo que pase el resto del año, ni con criterio científico ni sin él. Cuando AEMET pronostica el tiempo de las estaciones lo hace con criterios científicos, pero no nos podemos engañar, cuando dice que la temperatura esperada estará por encima de la media no arriesga mucho, porque eso hace mucho que es así. Si nos fijamos, arriesga menos con la precipitación, porque eso es mucho más difícil y sigue dependiendo de que unos pocos días le dé por llover. Acertar, adivinar y pronosticar no son la misma cosa.