Parecía imposible que 2021 pudiera empeorar lo vivido en el año del estallido de la pandemia, pero así ha sido para la factoría de Ford en Almussafes y sus cerca de 7.000 trabajadores. Al retroceso estructural de la demanda por los cambios en la movilidad que atraviesa la industria del automóvil se ha unido la escasez de componentes, provocando una cascada de expedientes temporales de empleo durante todo el ejercicio que han dejado la producción de la planta en mínimos. De momento, la compañía ya ha constatado que la carestía no va a acabar con el cambio de año al anunciar un nuevo ERTE para el primer trimestre de 2022.

Con menos músculo que nunca, Almussafes encara ahora un período decisivo para su futuro. Los sindicatos disponen de apenas un mes para cerrar con la dirección española un plan de recortes salariales y subvenciones públicas que presentar a la matriz europea para afrontar, con el negocio más replegado, el escenario de la electrificación y la reducción de ventas y empleos que comportará ese proceso.

Esa propuesta estará en competencia directa con la planta de Ford en Saarlouis (Alemania). La que ofrezca sueldos más bajos y ayudas públicas más altas tendrá muchas papeletas para recibir las adjudicaciones de los dos o tres vehículos eléctricos de la gama media y grande de Ford y en teoría tendría el futuro a medio plazo garantizado. La perdedora quedará sumida en un terreno muy peligroso.

Para que esa competición sea feroz y lograr que la oferta que llegue a la mesa de Detroit plantee un ahorro suculento, la firma incluso ha abierto la puerta a deslocalizar la producción de estos modelos a Estados Unidos.

Con todo, el balance de 2021 no puede ser positivo. Además de los ERTE, la empresa ha ejecutado un ERE de extinción de más de 600 trabajadores y ha anunciado el fin del turno noche de forma permanente, lo que reduce la producción de forma estable en unas 300 unidades diarias.

En cuanto al volumen de fabricación anual, según fuentes del comité de empresa quedará por encima de los 160.000 vehículos después de la eliminación de las últimas jornadas de ERTE pendientes tras lograr una remesa de microchips. Esto supone una caída de más del 30 % respecto al año 2020, cuando la pandemia ya había recortado la producción de Almussafes en otro 31 %. En total, este año se han fabricado casi 75.000 coches menos que en 2020 y 180.000 menos que en 2019.