Dora Paula Palma es una mujer de 68 años que llegó de Colombia en 2001. Es chaparra, no llega al 1,60 de altura y apenas puede con el carro de su nieto Daniel, un niño de 4 años al que cuida con dulzura. Vive en el barrio de Tres Cruces, en València, en un piso 12 desde donde se ven las localidades periféricas y la contaminación de la ciudad. Allí acomoda a Daniel y cuando está tranquilo empieza a contar su historia. A sus casi 70  acaba de ganar en los juzgados a Caixabank, que la desahució y subastó su casa utilizando cláusulas abusivas en su hipoteca. Tras seis años de pelea judicial, la Audiencia Provincial de València ha condenado al banco a devolver la propiedad al hijo de Dora (quien tenía la deuda) y está por ver de qué manera se renegocian los pagos. Pero Dora y Daniel se quedan en casa. 

Todo empezó en 2016, cuando a Dora le llegó “el tocho”. Así se conoce en las plataformas de vivienda a la demanda por ejecución hipotecaria que mandan los bancos a los afectados, un “tocho” de más de 500 páginas que suele asustar a los inquilinos. Debía a penas un par de cuotas, pero eso fue suficiente para que el banco le reclamara toda la casa. Así funcionan estas cláusulas abusivas. “Me puse a caminar sin parar, tenía que hacer algo y no me podía quedar quieta”, recuerda Dora. 

Buscó una abogada de oficio. Dice que no se le olvida su nombre, porque lo único que le dijo es “no tienes nada que hacer, el piso es del banco así que tienes que entregar las llaves e irte de la casa”. Pero Dora no hizo caso. “Yo no iba a entregar las llaves de mi casa”, cuenta. Ella no es abogada ni especialista en derecho bancario, es solo una madre colombiana que llegó a España para trabajar en el cuidado a domicilio y sacar adelante a su familia. Pero su estatura es inversamente proporcional a su tesón y empeño. Después de seis años, y con los primeros abogados de oficio en contra, ha conseguido recuperar su vivienda y dar un varapalo al nuevo gran gigante de la banca de nuestro país.  

Dora en el salón de su casa. MAMontesinos

La existencia de las plataformas 

Una amiga del trabajo le habló de que había plataformas ciudadanas por el derecho a la vivienda. Y como ella no dejaba de moverse se fue para allá. Se asesoró en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) pero finalmente acabó en Stop Desahucios. En 2017 tuvo un primer intento de desalojo que logró parar antes de que ocurriera, y presentó una moratoria que le daría un respiro hasta finales de 2020, todo asesorada por la plataforma. “Recuerdo que mandaba whatsapps a mi abogada con todo el papeleo para presentar la moratoria para que nos intentaran renovar, y le pedía que la firmara”, explica Dora. La respuesta era “para qué, si ya no tendrías que estar en la vivienda”. Pero Dora consiguió que estampara su firma. 

Durante la moratoria comenzó a reclamar con Stop Desahucios los gastos de hipoteca (comisión de apertura, notaría, gestoría, etc). Recuperó 4.000 euros. Fue después cuando se puso con las cláusulas abusivas, como en su caso el vencimiento anticipado. Hasta que seis años después la Audiencia Provincial de València ha obligado a inscribir de nuevo a su hijo como propietario del inmueble. “Lo que queda pendiente ahora es la deuda y ver cómo se paga, pero ahora mismo la propiedad es del hijo de Dora de nuevo, y puede hacer con ella lo que quiera”, explica Francisco Gutiérrez, de Stop Desahucios.

Oscar Pardo, el abogado de oficio de Dora, añade que además el banco ha sido condenado a las costas, y aclara que “sigue habiendo un préstamo pendiente al que habrá que quitarle todas las cláusulas abusivas, pero la cantidad impagada está ahí, ahora lo que habría que hacer es un plan de pagos con una letra que ella pueda asumir. La conclusión es que esta familia no se ha ido a la calle, el piso vuelve a estar a su nombre y empiezan de nuevo de cero”, celebra Pardo. 

"El primer pronto de la gente cuando llega "el tocho" es salir corriendo. Coger las maletas y largarte por la puerta", asegura Stop Desahucios

Salir corriendo 

“El primer pronto de la gente cuando llega el tocho es salir corriendo. Coger tus maletas y largarte por la puerta, dejar la casa. El banco te llama a la oficina, a todos lados, te manda cartas y burofax recordando que te tienes que ir y los abogados de oficio te dicen que no hay nada que hacer. Entonces la gente se va corriendo”, cuenta Elizabeth Roig, de Stop Desahucios. 

Asegura que muchas personas acaban en la psicóloga, y que ella de hecho pasó por una depresión durante el tiempo que estuvo amenazada de desahucio. "Llega un momento que vas a la psicóloga porque no sabes a quién acudir y nadie te hace caso. Se ve muy injusto que te puedan tirar por un par de cuotas impagadas", recuerda Roig.

"El que tiene la pelota en su tejado es el banco. Dora de momento ha ganado. Ahora es cuestión de ver cómo se paga esa deuda porque el proceso se puede demorar años", asegura Gutiérrez.

Pero para Dora nada ha sido fácil. Ni siquiera podía salir corriendo a ningún sitio “¿Con los alquileres que hay por aquí? imposible irme a ningún lado. Nunca me plantee irme porque no tenía a dónde”, cuenta. Sea como sea, y después de un lucha que Dora empezó con 62 años y termina con 68, esta mujer se ha quedado en su casa. “Es una madre coraje”, sentencia Gutiérrez, mientras Dora se sonroja y se va con Daniel a jugar.