Fin definitivo a los vaivenes sobre un posible regreso de la Copa del América. Se hará en Barcelona. El Gobierno valenciano nunca ha llegado a dar un ‘no’ rotundo al proyecto, pero ha sido evidente que no le interesaba una iniciativa con la que los actuales gobernantes fueron muy críticos en su momento. Las circunstancias de crisis energética y guerra en Europa dan además ahora un argumento de peso para sepultar un asunto que estaba medio enterrado desde que los organizadores del Team New Zealand comunicaron a principios de febrero que dejaban de estar interesados en València y se concentraban en Málaga.

La Generalitat cuenta además con argumentos económicos que dan solidez a su posición. Así lo considera. Después de una reunión telemática mantenida con el patrón de la competición, Grant Dalton, a principios de año, pudo saber con certeza las exigencias económicas que se le pedían. Era un canon 30 millones de euros, otros 50 millones en concepto de organización y una serie de obras en la Marina de València, entre las que se incluía una base y un centro internacional de prensa, además de una serie de adaptaciones en la dársena. Esta parte estaba sin evaluar. Ese trabajo lo hizo la Generalitat y el importe se situaba entre 50 y 150 millones de euros. O sea, el cálculo que se hizo en Presidencia, señalan fuentes oficiales, fue de 200 millones de euros por la próxima edición de la Copa del América.

En ese contexto económico hay que añadir que a las administraciones valencianas aún les quedan por pagar 60 millones de euros de un préstamo a entidades financieras privadas solicitado por la edición de 2007. Esta cantidad decidieron repartírsela así: 24 millones a cargo de la Generalitat, la misma cantidad para el Gobierno central y 12 millones para el Ayuntamiento de València.

La conclusión, así, fue que era “difícil de justificar socialmente”. Y más, en la situación actual de guerra en Ucrania y una emergencia energética que obliga a concentrar los recursos en la ayuda a empresas y personas afectadas, afirman las fuentes afectadas.

El Consell sostiene que no está en contra de la competición, si bien admite que está en “otra dimensión de modelo de crecimiento”, basado en la transformación tecnológica industrial. Es un discurso que puede decir muy alto en este momento, tras haber conseguido que la multinacional del motor Volkswagen Seat apueste por la Comunitat Valenciana como sede de su gigafactoría de baterías eléctricas en detrimento de Cataluña, Extremadura y Aragón.

La resolución final de los vaivenes de la Copa del América han sido el paso final de un proceso iniciado el verano pasado y que ha estado lleno de oscuridades y alguna que otra oferta extraña.

La competición parecía un recuerdo del pasado, de los tiempos de los grandes eventos de la etapa de Francisco Camps y Rita Barberá, que dieron difusión a la C. Valenciana y dejaron también una nómina importante de deudas. Sin embargo, es también un acontecimiento anhelado por los aficionados de la náutica. Así, en julio pasado el Club Náutico de Valencia presentó una candidatura para la edición de 2024 y solicitó con urgencia un aval de la Generalitat para el canon. Los organizadores neozelandeses iban a decidir inicialmente sede en septiembre, pero a la vista de los problemas prorrogaron la decisión hasta ahora, marzo. La oferta siempre presente ha sido la de Arabia saudí, pero no ha sido nunca la deseada por la organización, que ha dado muestras claras de que prefería un puerto mediterráneo.

Tras la aparición en València de empresas privadas que aseguraban tener financiación privada (nunca concretada en cifras) y pedían el aval de la Generalitat para devolver a la Marina la competición, la Generalitat pidió una reunión con Dalton para conocer cuáles eran las exigencias reales y a quién reconocía como interlocutor en València. El consejero delegado del Team New Zealand señaló al Club Náutico, pero las inversiones que detalló, una vez evaluadas, echaron atrás a la Generalitat, si bien esta nunca ha dado un no taxativo por si las condiciones cambiaban. Fueron lo patrones neozelandeses los que cerraron esta puerta en febrero para apostar públicamente por Málaga. Al final, ha sido el puerto de Barcelona el que asume las pretensiones y se queda con la próxima edición de este gran evento. Y hasta aquí esta aventura.