«De una manera fría, coherente y calculada, con mucho lujo de detalles del proceso que siguió», así les relató a los investigadores de la Guardia Civil el presunto asesino en serie de Arliene Ramos, Lady Marcela Vargas y Marta Calvo cómo presuntamente descuartizó el cadáver de esta última en nueve trozos, que arrojó posteriormente en nueve bolsas de basura dobles a contenedores de Alzira y Silla, después de que, según él, se despertara tras una noche con ella de ‘fiesta blanca’ en su casa de la localidad de Manuel y se la encontrara muerta. Sin embargo, tanto el jefe del grupo de Homicidios de la Guardia Civil de la Comandancia de Valencia como el instructor y el secretario de las diligencias de la Unidad Central Operativa (UCO) del Instituto Armado se mostraron ayer contundentes ante el jurado sobre el resultado de sus investigaciones. «La versión de que se le murió de una sobredosis no se sostiene», remarcó el instructor.

«No me vale que diga que se asustó, su explicación solo se produce cuando detrás hay una acción homicida. No hay más. Es así», respondió el sargento de la Guardia Civil precisamente ante las preguntas de la letrada de la defensa del acusado.

Los investigadores tampoco dan credibilidad al descuartizamiento de la joven. «Dio los primeros pasos para descuartizarla, pero no llegó a hacerlo», indicó el teniente jefe del grupo de Homicidios de la UCO, argumentando que hay «una serie de hechos que confirman su relato», como la compra de las herramientas –una sierra de madera, ancha con mango de madera y filo dentado, y otra sierra de metal, guantes y bolsas de basura –que tienen acreditado por las imágenes de los establecimientos y los tickets– o los productos, como el bote de amoniaco encontrado debajo del fregadero sin abrir –del desatascador ni rastro–. Pero el instructor remarcó que «había más elementos que la desmienten que los que la confirmaban».

«El escenario no parecía el de un descuartizamiento», explicó tras una minuciosa inspección del baño donde habría presuntamente desmembrado el cuerpo y no encontrar ningún vestigio ni siquiera con las luces del Luminol. «Tampoco encajaba con las gestiones en las plantas de tratamiento» y la búsqueda durante ocho meses, removiendo 16.800 toneladas de basura.

Según la confesión realizada por Jorge Ignacio P. J. tras entregarse en el cuartel de Carcaixent, se habría deshecho de los nueve trozos del cadáver, cada uno en una bolsa doble de basura (18 bolsas) tras desplazarse a Alzira dos veces y arrojar seis a contenedores, y en otro viaje a Silla tiró los tres restantes. A través del posicionamiento del teléfono encriptado con el sistema Encrochat –que utilizan los delincuentes al ser ajeno al control judicial y policial– comprobaron «que el recorrido que decía haber seguido era cierto».

No obstante, en los contenedores, no se encontró nada, tampoco ADN, y los investigadores relatan que se centraron en el seguimiento de donde habrían ido a parar dichas basuras. Los contenedores de Silla iban a la planta de reciclaje de Quart de Poblet y los de Alzira a una planta de Guadassuar. El responsable de esta última «fue muy claro» y les manifestó que «era imposible que un cadáver o partes de él hubieran llegado ahí». Así, la búsqueda se restringió a la planta de Quart.

«Abordamos la ingente labor de buscar y rastrillar bolsa por bolsa una amplia sección del vertedero de Dos Aguas, que es adonde habrían llegado las bolsas arrojadas en los contenedores de Silla», explicó el instructor.

Tampoco es creíble para los guardias civiles que declararon ayer el relato que hizo el acusado tras 21 días de fuga, sin que contara con ninguna ayuda, asegurando que comía frutas de los árboles y dormía en casas abandonadas o a la intemperie. «Es incierto porque estaba aseado, limpio y con la ropa en perfecto estado, salvo un poco de barro en las zapatillas. Era imposible que estuviera deambulando por ahí como dijo», aclaró el instructor. Al igual que les llamó la atención el estado de la carta de su confesión, fechada el 13 de noviembre, «impoluta y plastificada».

Por último, los investigadores confirmaron el ansia depredadora del acusado, quien lejos de estar preocupado después de, según él, encontrarse muerta a Marta, esa misma mañana, entre las 12 y las 15 horas, llamó a otras tres mujeres para contratar sus servicios sexuales, en busca de más víctimas. Y contactó con una cuarta el domingo por la noche, nada más irse su madre a Palma de Mallorca tras pasar el fin de semana de su cumpleaños con ella, a la que se muestra muy unido, pero a la que curiosamente no fue a recoger al aeropuerto el viernes, a su llegada. Tenía otros asuntos de los que ocuparse.