El Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) detecta desde el año 2000 un nuevo tipo de olas calor marinas. «Son más frecuentes, más intensas y también más extensas», señala Francisco Pastor Guzmán, investigador en el Departamento de Meteorología y Climatología. A partir del año 2010 son fenómenos ya generalizados en el litoral mediterráneo con especial afectación en el Golfo de València, una de las zonas más cálidas en verano. Un «preocupante efecto» del calentamiento global del planeta, incide Pastor.

La investigación, a través del satélite, demuestra la interacción entre el mar y la atmósfera. «Uno de los efectos es la debilidad de las brisas marinas al no haber contraste entre la tierra y el agua», explica. De ahí que durante las noches apenas refresque ya, con lo que se pierde el confort térmico y la característica suavización de las temperaturas en el litoral. Eso ya no ocurre tampoco, acumulándose las noches tropicales, las ecuatoriales y hasta las denominadas tórridas.

Cuando eso ocurre, al concatenarse más de cinco días de altas temperaturas marinas, se da una peligrosa retroalimentación de energía que con la entrada de alguna inestabilidad atmosférica aboca a lluvias torrenciales de forma prematura. De hecho el investigador Jorge Olcina, del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, insistía ayer en esa misma idea. «El calendario de riesgo de gotas frías comienza ya y no hay que esperar a septiembre, octubre o los meses de otoño», según Olcina.

Fenómenos ya ordinarios

Aunque Francisco Pastor admite que el episodio de calor sin tregua de este mes de julio es «extraordinario, volverá a pasar muchas veces en el futuro». «Será lo ordinario, pero nos queda mucho por investigar», comenta. En una mirada retrospectiva, recuerda dos olas de calor marinas notables en 2003 y 2017. Estas primeras conclusiones forman parte de un trabajo en marcha, pero aún no publicado, en el que también participan Samira Khodayar y José Antonio Valiente.

En cualquier caso, confiesa que los resultados arrojan un panorama «desalentador». Como ya avanzaba Levante-EMV la semana pasada, la temperatura tan alta del Mediterráneo augura temporales marinos e importantes inundaciones costeras antes de octubre, la época tradicional en este punto de la península. Pastor advierte de que los efectos sobre la fauna y flora serán «muy preocupantes» para los ecosistemas marinos, para la pesca y también para el turismo.