Este verano de récord de calor ha venido bien para que aquellas personas que eran remisas a aceptar lo que está pasando en el clima terrestre, vean los efectos regionales que ya está teniendo un proceso planetario de calentamiento terrestre que no conseguimos detener. Y para los graciosos que, sin tener ni idea de fundamentos de climatología, ponían por las redes noticias de registros de temperatura extremos en España por advecciones saharianas ocurridas en los años cincuenta y sesenta, con la frase ocurrente, pero falsa: “antes hacía más calor”. En conversaciones de calle y en tertulias de los medios de comunicación he escuchado a gente reconociendo que “algo está pasando” y que, en efecto, el clima parece que está cambiando, pero que la causa de ello no es humana. Manda huevos, con perdón. La actual hipótesis de cambio climático que está comprobando la ciencia es la que señala que el balance energético del planeta se está viendo alterado, pero, en esta ocasión, por el efecto de los gases que proceden de la combustión de los combustibles fósiles; esto es, los llamados gases de efecto invernadero. Y así es. El problema es que esa gente que opina alegremente sobre el tema y se atreve a rechazar la existencia de un fenómeno fisicoquímico tan complejo no tiene ni idea de lo que es el balance energético de nuestro planeta. Un proceso que no solo afecta a la variable de la temperatura terrestre, sino que está teniendo efectos sobre la propia dinámica atmosférica de nuestro planeta. Esto último es tan peligroso como la propia subida de temperatura que, por cierto, es un hecho incontestable. Pero, por educación, tenemos que seguir aguantando a esta legión de opinadores que, desde el desconocimiento, habla ex cátedra de lo que no sabe. Cuanto bien harían callándose o, al menos, leyendo y aprendiendo, con prudencia y respeto a la ciencia.