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Esta obra es una cruz

La duración de los trabajos del paso subterráneo en l'Alcúdia de Crespins pasa factura a los comerciantes y solivianta a los residentes de la calle La Creu y su entorno - El cierre de Consum agrava el malestar vecinal

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Nadie dijo que fuera fácil convivir con las obras de supresión de un paso a nivel. Pero a los vecinos y comerciantes del entorno de la estación de trenes de l'Alcúdia de Crespins se les ha agotado la paciencia. En la calle La Creu, la presencia de Levante-EMV atrae a un corro de personas que comparten su cabreo por la prolongación de las incomodidades desde hace más de un año. A los cambios en la ordenación del tráfico y el cierre de accesos se le suma la pérdida de clientela e incluso las grietas y desperfectos que han sufrido diversos inmuebles por la primera fase de los trabajos, ejecutada por Adif.

El paso subterráneo para viandantes se abrió al público el 29 de septiembre, pero desde entonces apenas se observa movimiento en la «zona cero»: la gran zanja de tierra donde el ayuntamiento ha de construir ahora el cajón para el paso de vehículos permanece al descubierto. El 20 de diciembre se anunció la licitación de la última fase del convenio suscrito con Adif por más de 400.000 euros, pero hoy por hoy los pliegos aún no se han hecho públicos ni se ha escogido a la adjudicataria. La lentitud administrativa y el retraso de los plazos exaspera a los afectados.

El que peor lo lleva es Horacio Alfaro, que regenta una zapatería con 54 años de historia en el entronque entre la calle La Creu y la Avinguda la Pau, a pocos metros de las obras. En septiembre, tras las fiestas patronales, se instalaron a las puertas de su negocio dos grandes bloques de hormigón para evitar el paso al tráfico procedente de la avenida. El consistorio apela al criterio de los técnicos y a razones de seguridad para colocarlos. Pero los vecinos y comerciantes consultados no entienden la medida, teniendo en cuenta que no hay maquinaria ni operarios trabajando ahora mismo.

El cierre definitivo de la gran superficie que tenía Consum en la Avinguda la Pau ha agravado el malestar en el barrio por la pérdida de un servicio que antes generaba movimiento en la zona y atraía a vecinos de Canals. «Si sigo aquí es porque el negocio es mío y no estoy de alquiler. Antes aún venía gente con la excusa del Consum, pero ahora ni eso: cierro una hora antes porque a las siete de la tarde esto está muerto», asegura Horacio, que también se queja de la falta de luz y del vandalismo en el entorno: el otro día rompieron los cristales de varios coches.

«Creemos que hay otras soluciones alternativas. Enviamos un escrito para que nos dieran paso, pero no nos han contestado. Nos sentimos abandonados: varios negocios se plantean cerrar», lamenta Belén López, que gestiona una tienda de cortinas con 50 años de vida. Antes de las obras se mudó de la calle un estanco y posteriormente también bajó la persiana un horno. «Esto se ha convertido en una ratonera. Por el día hay sitio para aparcar, pero por la noche es un caos y no se puede ni andar. Antes había mucha más vida», apunta otra comerciante. Un comercial que llega en ese momento se queja de las vueltas que ha tenido que dar para llegar al establecimiento de cortinas: «siempre que vengo me pierdo», mantiene. En el taller-concesionario que se encuentra al otro lado de las vías tampoco ocultan el descontento con las soluciones adoptadas en materia de tráfico y con el futuro paso proyectado: han tenido que efectuar cambios para facilitar los accesos. Y el malestar se extiende en la Avinguda la Pau.

Los negocios citados se preparan para reclamar a la administración indemnizaciones por lucro cesante para compensar la caída de las ventas por las obras. Otros propietarios, como Horacio, también exigirán a Adif la reparación de las grietas y los desperfectos en la fachada originados en la primera fase de actuaciones.

«Lo primero es la seguridad»

El alcalde, Pepe Garrigós, se muestra comprensivo con las quejas, pero defiende que el acceso a pie y en coche a la La Creu está garantizado y que los clientes tienen varias opciones para acudir a los «tres comercios» a los que limita las incomodidades. «No hemos cortado la calle. Las piezas de hormigón se pusieron por recomendación del arquitecto, porque la calle era de un solo sentido y es un riesgo para la gente mayor que entraba y salía. Lo primero es la seguridad», señala. Garrigós considera que los clientes «tienen más facilidades para comprar que si van a Xàtiva» aunque aparquen un poco más lejos. «Entiendo el sufrimiento de los vecinos, pero estamos ante una obra de mucho calado, que el Ministerio nos impone y que es de interés público. Es normal que estén enfadados por el cambio de sentido de algunas calles y los cierres, pero el ayuntamiento no puede hacer nada. Me gustaría que la obra estuviera ya terminada, pero Adif se retrasó un año entero y hasta que no terminaron no podíamos empezar con el proceso para iniciar la última fase», agrega el alcalde. La demora en los plazos la explica por la nueva Ley de Contratos: «es muy farragosa y se tarda mucho».

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