Aunque cada vez menos, ver a una pareja del mismo sexo mostrándose afecto mutuo, sigue siendo una imagen que a algunos perturba y que a unos pocos —repugnantes ellos— repugna. Hay quien acepta con mayor facilidad la escena en la que dos hombres se matan a tiros o se destripan a cuchilladas, que aquella en la que dos varones hacen el amor. Y es que a pesar de que España es uno de los países que más ha avanzado en este terreno (un 88 % de los españoles se declara sin prejuicios), ha sido y sigue siendo difícil luchar contra cegueras y podredumbres insertadas en nuestro ADN durante los largos años vividos de mezquindad e hipocresía sexual.

Cerca del 6 % de la población europea pertenece al colectivo de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales e intersexuales (LGTBI), según un estudio que sitúa a España en segundo lugar tras Alemania, con un 6,9% de la población LGTBI. Un colectivo que ha tenido que hacer un viaje duro y accidentado para superar estereotipos malignos que junto a condenas morales, tan hipócritas como letales, les asignaban vicios y taras de forma arbitraria y cruel. Personas que no merecen tolerancia, entendida ésta como «la cualidad de quien puede aguantar o soportar», sino que la han tenido que practicar durante décadas para afrontar conductas inaceptables basadas en la más absoluta indecencia ética y moral.

Nunca lo tuvieron fácil y por eso, el 28 de junio, el día del Orgullo intentan resumir en un titular que son personas, humanas y corrientes, que a base de sangre, sudor y lágrimas han conseguido hacer calar el discurso del respeto y la dignidad frente al del odio y el rechazo social.

Con todo, el número de delitos de odio e incidentes discriminatorios registrados en 2017 triplicó los del año anterior. Y eso, a pesar de que más del 80 % de la violencia contra personas LGTBI no se denuncia. Pero siguen abundando ingeniosos comentarios que reclaman el Día del Heterosexual.

Más del 72% de las personas LGTBI ocultan su orientación sexual en el trabajo para evitar chistes, burlas e insultos o incluso la pérdida del empleo. Y eso a pesar de que se haya vuelto habitual presumir de tener amigos gays o trans como si eso fuera una vacuna contra la discriminación y el prejuicio.

Por todo ello, a pesar de reacciones paternalistas y pseudoprotectoras, a pesar de desprecios encubiertos o de manipulaciones llenas de demagogia, más que nunca hace falta abrir, en lugar de los armarios, las ventanas del corazón y la mente de muchas personas que se asfixian en sus propias miserias sexuales.

Por eso es imprescindible la existencia y presencia de asociaciones como Arc de Sant Martí, Asociación LGTBI de Xàtiva y alrededores, que como ellos mismos dicen, estarán en la lucha «…mentre hi haja una parella de dones o homes passejant per l'Albereda agafats de la mà, i algú els mire amb estranyesa o els increpe, mentre un bes al mig de la plaça del poble per una parella LGTBI continue molestant, mentre hi haja xiquetes i xiquets que estiguen sofrint bullying a l’escola per la seva orientació sexual o de gènere, etc...»

Es de agradecer la programación realizada, online no hay más remedio, el compromiso institucional, y sobre todo el coraje demostrado por quienes han de combatir demonios internos y externos, para reclamar su derecho a ser y amar como quieran y a quien quieran, sin que haya censor, detractor o fustigador que se crea con derecho a vetar sentimientos y juzgar aquello que pertenece a la más estricta intimidad de las personas.