Cada 29 de septiembre es día festivo en San Miguel de los Reyes, el monasterio que el duque de Calabria ordenó levantar sobre la abadía de Sant Bernat de Rascanya para cumplir la voluntad de Germana de Foix. Más allá de la curiosa leyenda recordada esa jornada, poco se conoce y se subraya sobre la figura de Germana de Foix. No existe un destacado especial en el monasterio -hoy sede de la Biblioteca Valenciana- sobre la presencia de los enterramientos de la segunda esposa de Fernando el Católico y del duque de Calabria.

Incluso se ha rechazado la posibilidad de estudiar los restos, pese a que hubo posibilidad, cuando en 2006 se hicieron pruebas de georradar y algunas catas arqueológicas. Aquella investigación comprobó que en el suelo de la cripta hay cuatro cuerpos enterrados, que se considera que son los de Germana de Foix, el duque y sus hermanas. Curiosamente, es el lugar que señala el rayo de luz los 29 de septiembre y no donde están los sarcófagos (incrustados en las paredes), que están vacíos.

La negativa a analizar los restos, obtener datos de los personajes históricos y obtener pruebas de ADN contrasta con lo realizado en Cataluña, que hace unos meses logró una gran repercusión social con la apertura del sepulcro y análisis de los restos de Pere el Gran, el hijo de Jaume I, en el monasterio de Santes Creus. En Valencia tan sólo se abrió la iglesia de la Roqueta para buscar (fracasadamente) a San Vicente Mártir y el singular intento en la Trinidad en busca de Luis de Santángel. a. g.valencia

"Algunos matrimonios concertados habían sido o eran felices. Pour quoi pas? Por la cuenta que me traía, confiaba en que el mío fuera uno de ellos". Demasiada confianza en Fernando el Católico expresa Germana de Foix (1488 - 1538) en el inicio de Jaque a la reina muerta (La esfera de los libros), la novela histórica en la que la escritora catalana Carmen Güell repasa en primera persona la vida de la joven francesa que ocupó el puesto dejado en el trono por Isabel la Católica y que, tras la muerte del rey, fue la poderosa y autoritaria virreina de Valencia junto a su tercer esposo, el duque de Calabria.

Dice la historiadora que se fijó en la sobrina de Luis XII de Francia por ser un personaje oculto, de los que ni aparecen en los libros de texto, "y me parece injusto". "Hay mujeres en la historia más allá de Juana la Loca, la princesa de Éboli o Isabel la Católica y quería darla a conocer al gran público", afirma Güell a Levante-EMV.

Germana de Foix fue virreina de Valencia desde 1523 hasta 1538 junto a su tercer marido, Fernando de Aragón (hijo del rey de Nápoles Federico I), y lo que queda en los libros de historia de ese periodo es el estilo autoritario y represor impuesto, de sometimiento de los rebeldes agermanats y de refeudalización. Junto a ello, la creación de una corte de aires renacentistas que valoró los versos de Ausiàs March, la novedad del Tirant lo Blanc y que promovió fiestas, músicas y bailes.

"No la veo represora", sostiene Carmen Güell sobre la virreina, "sí distante del pueblo, porque era una mujer de corte. Ella no tenía el poder real, sólo lo representaba". Y subraya la faceta de "benefactora de las artes".

En opinión de la historiadora, esta etapa de madurez en el virreinato de Valencia fue "la más feliz" en la vida de Germana de Foix. "Fue el papel en el que mejor se sintió, más que en el de reina", añade. Porque su trayectoria es la de "una mujer sometida, sumisa" a los designios de Luis XII y Fernando el Católico, que pactan un matrimonio de estado, y luego de Carlos I, que decide su boda con el marqués de Brandeburgo y después, tras su rápida muerte, con el duque de Calabria, con los que la aleja de sí y la despeja al Reino de Valencia.

El motivo de la distancia fue la relación amorosa que mantenía el joven Carlos con su abuelastra Germana, que nunca tuvo fama de hermosa. Cuando se conocieron, él tenía 17 años y ella, 29. El fruto de los amores fue una hija, pero al jurar como rey los poderosos decidieron que no podía continuar. "Él también era un extranjero y ve en ella una aliada leal y un refugio, pero Germana no es tonta, sabe cuál es su situación", explica Güell.

La autora no duda en calificar al emperador Carlos como "su verdadero amor". Con Fernando no había "nada" parecido al amor y con el duque de Calabria tuvo "una buena relación, cordial, cómoda y cariñosa, porque se conocían desde niños y él era muy cortés, pero sin pasión por ninguna de las dos partes".

Germana murió en Llíria y "cien clérigos con antorchas acompañaron sus restos mortales hasta Valencia", escribió Viciana.